Todo un personaje, ya lo sabemos. Echenique fue el más votado en su partido, después del jefe Iglesias. Ahora mismo, es el político aragonés más relevante en el panorama español. A despecho de su deslucido papel en el día a día de la Tierra Noble, los suyos le tienen por un héroe, los medios le contemplan y los contrarios envían a los trolls a insultarle en las redes de la manera más miserable. El físico teórico, discapacitado normalizado, dirigente pluriempleado de Podemos, decidido, cachondo y echao p’alante, simboliza lo alternativo como nadie: su reino no es de este mundo, pasa de la gestión institucional, no quiere aprender a decodificar presupuestos ni a negociar acciones administrativas; lo suyo es el manejo básico de una retórica elemental. No necesita más. Sabe muy bien cómo funciona el imaginario de la nueva izquierda: contundencia verbal, buenísimas intenciones y absentismo gestor. A la postre, ¿para qué hacer cuentas, diseñar proyectos o perder el tiempo en el análisis concreto y pormenorizado de la realidad? Es más gratificante resistir... desde Twitter o Facebook.

Las izquierdas se están haciendo un lío. Se usa el término pantojismo para definir el estilo de Susana Díaz, cuyos partidarios, a su vez, califican de pablismo-leninismo el método por el cual Iglesias ha acabado haciéndose con Podemos. Por otro lado, ¡qué envidia para los de la gestora socialista ver cómo los del aparato morado se han permitido el lujo de ganar un congreso por lo legal, con tecnovotación abierta a todos los militantes y simpatizantes! Ellos, sin embargo, no encuentran el modo de quitarse de encima (sin hacer más cochinadas) al maldito Pedro Sánchez, y tiemblan cada vez que se baraja la posibilidad de ir a primarias para designar a quien haya de ocupar la secretaría general.

El último sondeo del CIS confirmó que los espacios electorales se han estabilizado. Así pues, el PP sólo espera que C’s siga recogiéndole el voto perdido y que el PSOE y Podemos jamás lleguen a entenderse. Lambán a un lado y Echenique al otro. Susana, Pablo... y Mariano para siempre.