La deriva que mantiene la derecha española, con sus perturbaciones en lo autonómico y local, otorgando carta de naturaleza a las tesis más extremistas trufadas de populismo, denota que España no es distinta al resto de Occidente.

El establecimiento de un nuevo eje en la política, que desecha la percepción social del eje izquierda y derecha, debe reavivar el compromiso con lo esencial: el liberalismo político, la libertad de mercado, los pilares del Estado de bienestar, el cosmopolitismo, la cooperación internacional, la defensa de los derechos humanos, el multiculturalismo y la agenda verde.

Son los cimientos de nuestra sociedad conquistados durante décadas. El hecho de percibir que están íntimamente ligados a nuestra forma de entender la vida no les hace inmunes a las tesis que los amenazan.

El movimiento reaccionario emprendido por las nuevas derechas, que lideran a nivel mundial Trump, Johnson u Orban, pretende transformarlo todo. Desde la percepción cultural más conservadora, la concentración de poder, el proteccionismo económico o la firmeza en la soberanía de las naciones.

Un papel que en España empieza a capitanear Vox. Los dirigentes del partido de Abascal practican un discurso nacionalista, profundizan en las contradicciones de la democracia liberal y salpican públicamente un gran desagrado con la clase política. Es el inicio de un virus que, más pronto que tarde, planteará sentimientos que rechacen la democracia actual.

Un ejemplo reciente: según el CIS, pese a las dudas que genera la maquinaria sociológica de Tezanos, el 21% de los votantes de Vox se muestran más cercanos a un modelo de gobierno autoritario que a un régimen democrático.

Y en los últimos años, coincidiendo con el ascenso de las nuevas derechas antiglobalistas o antiestablishment, cada vez se percibe más en las encuestas una simpatía por los regímenes iliberales. Especialmente, entre los más jóvenes.

Es por eso que la querencia de PP y Ciudadanos por terminar aceptando las propuestas más reaccionarias de Vox, por el necesitado apoyo donde gobierna, hace que se comience a inocular en la sociedad el pensamiento de Vox. O aquellas que todavía no se atreven a plantear pero ya se están pregonando en EEUU, Brasil o Hungría.

La estabilidad o la gobernanza no lo aguanta todo. Hay derechos conquistados, especialmente de los que más sufren, que no pueden ser censurados por tacticismo político.