Escucho debatir a dos grandes economistas. Ambos diseccionan lo que pasa en España, repasan los errores que, según su criterio, se han dado en los últimos treinta años y conocen a la perfección cómo salir de la crisis: "Con este gobierno de coalición, jamás", aseguran. Me pregunto dónde han estado y qué han hecho hasta ahora estos genios y la respuesta es simple: siempre han estado aquí.

Los dos forman parte de ese excelso grupo de economistas que, en global, nos han llevado a una reforma laboral vergonzosa, a unos índices de paro humillantes, a una deuda pública catastrófica y a una estructura económica insostenible. Es una lástima que los remedios que ofrecen ahora no los pusieran en práctica entonces. Porque estas mentes privilegiadas han sido asesores de partidos políticos y han formado parte de consejos de administración de bancos que tuvieron que ser rescatados. De capataces de obra ruinosa han pasado a ser jubilados de valla que enjuician la lamentable realidad que ellos ayudaron a crear.

Este país está lleno de economistas de tertulia. Son tan brillantes en la tele que uno no comprende cómo España está al borde del precipicio. Hablan de empresas, de bancos, de sistemas financieros, de coyunturas, de moderación, de PIB, de sectores productivos… Nunca hablan de parados y de trabajadores. Frente a estos tipos se encuentran otros economistas, como Antón Costas, por ejemplo, que hablan de personas, de desigualdades, de la ética de los negocios o de los desorbitados salarios de los ejecutivos. Expertos como él conocen lo básico de la economía básica, que es la familiar, y que se resume en una frase: "Gasta menos de lo que ingreses". Expertos como él rara vez salen en las teles.