Después de Fraga, ¿qué? La respuesta ya está: el presidente de la Xunta podría sucederse a sí mismo. "¿Pasa algo?", ha parecido preguntar retador por si alguien se cree con derecho a poner alguna objeción. Rajoy, el que más manda ahora en el PP, ha dicho que, como gallego, le encantaría que se presentara por quinta vez a las autonómicas. Aznar diría lo mismo y, dentro de unas semanas, el Congreso del PP puede ser un clamor de inquebrantables adhesiones para que continúe. Su apellido de dos sílabas es ideal para corear: "¡Fraga, Fraga, Fraga!" ¿Quién es el guapo en el partido que tenga la osadía de ponerle un pero, si todo se lo deben a él? Dicen que no se le encuentra un delfín. Uno diría que no es verdad. Que mienten los que dicen tal cosa. No es que en el PP gallego no haya una persona con ganas de tomarle el relevo. Jóvenes ambiciosos los hay en todas partes. Lo que ocurre es diferente: nadie se atreve a manifestar ganas de ocupar su sillón. "¿Qué dirá don Manuel si se entera?", se habrá preguntado más de uno. Sería peligroso que pudiera creer que quieren segarle la hierba. Cumplirá los 83 años en otoño del 2005, cuando toca celebrar las elecciones gallegas. Dicen los que le tratan que declara sentirse como un roble y que se le ve con energía para dedicar cuatro años más al servicio de Galicia y España, lo cual no le pesa, sino que le rejuvenece. No sería de extrañar que de él pudiera contarse aquello que se atribuía a su paisano Franco. Que le querían regalar una joven tortuga y él contestaba: "Viven más de 100 años, les pones cariño y luego se te mueren. Ha de ser un disgusto terrible". *Periodista