Antes éramos súbditos del monarca o del dictador de turno, y también feligreses, pero ahora somos ciudadanos. Tenemos derechos y obligaciones plasmados en una Constitución, ley fundamental y soberana de todos. Somos ciudadanos libres, iguales ante la ley, y a nadie es legítimo discriminar por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social (a. 14 de la Constitución). Nuestro orden político y nuestra convivencia social están fundamentados en la dignidad de cada persona, en sus derechos, en el libre desarrollo de su personalidad, en el respeto a la ley y a los derechos de los demás (a.10.1). Es preciso conocer bien nuestra condición de ciudadanos. Precisamente por ser ésta tan valiosa, hemos de cuidar y apreciar lo que hemos construido entre todos para poder seguir haciéndolo día a día. Esa es la razón de la nueva asignatura Educación para la Ciudadanía, a la que algunos se oponen visceralmente.

SÍ, SOMOS ciudadanos, aunque algunos no quieran entenderlo, aunque algunos se dediquen a poner palos en las ruedas de nuestra convivencia democrática para impedir o dificultar la marcha. De nuevo, la derecha ultramontana y el nacionalcatolicismo llaman a la movilización, esta vez contra la citada asignatura. Dicen que socava el modelo "racional" de familia y de matrimonio, y que ofrece una orientación afectivo-sexual y una "ideología de género" que afecta directamente a la formación moral de los alumnos. Llama la atención hacia dónde dirigen siempre sus baterías los obispos católicos hispanos: la sexualidad (en su sentido más restrictivo, canijo, miope y reprimido del término). La formación moral de los obispos, ateniéndonos a los hechos, tiene fijación en todo fenómeno relacionado para ellos con la entrepierna y aledaños. Hasta hace unos años, ejercían su exclusiva de dominio mediante el miedo y la culpa, pero ahora muchos ciudadanos se saben y se sienten ya libres y liberados: no quieren pastores, pues no son rebaño. Muchos ciudadanos aman y son fieles porque se lo pide ese amor, y se sienten felices compartiendo ese amor en pareja, sin distinciones escolásticas de género o inclinación sexual, liberados de corsés pudibundos y asfixiantes.

En una magnífica viñeta de Forges aparecida en El País, ante la noticia de que el Vaticano había publicado los 10 mandamientos de los conductores, uno pregunta a otro dónde estaban los 10 mandamientos de los banqueros. Pero esa aparente contradicción ha formado parte siempre del adoctrinamiento moral de los obispos hispanos. El nacionalcatolicismo se ha nutrido desde siempre de la casuística genital-moral de sus fieles y de las generosas arcas del rico. ¿De qué tipo de adoctrinamiento hablan los obispos? ¿Dónde han estado y siguen estando, por ejemplo, la guerra, la corrupción económica, los delitos ecológicos, la explotación laboral o los presos políticos? Su adoctrinamiento moral ha servido para justificar y consolidar el poder constituido, el sistema socioeconómico establecido.

Aducen además que el adoctrinamiento moral no es competencia de un Estado democrático de Derecho, cuando se han pasado siglos y siglos adoctrinando en exclusiva. No defienden una doctrina frente a otra, sino el monopolio del adoctrinamiento. Y es que no se resignan, no quieren hacerse a la idea de que ya somos ciudadanos. Nunca en la historia de España ha habido más libertad religiosa que en la actualidad, pero los obispos y el conservadurismo celtibérico sólo sacan a relucir la libertad cuando ven que empiezan a ser cuestionados sus privilegios seculares.

Ahora saldrán a la calle en nombre, según dicen, de la libertad de conciencia y de enseñanza. Es decir, de lo que siempre han tenido y de lo que nunca permitieron que tuviera el pueblo.

NECESITAMOS reflexionar sobre el respeto a la dignidad personal y la igualdad de derechos individuales, la solidaridad y la participación ciudadana, el rechazo a todas las discriminaciones, el concepto de ciudadanía en un mundo global o el papel de los distintos organismos internacionales (son contenidos de la asignatura en 2° de la ESO). Necesitamos reflexionar también sobre el referente ético universal que constituyen los derechos humanos, sobre nuestra estructura afectivo-emocional, sobre las diversas formas de hacerla realidad, la libertad, la responsabilidad o la igualdad de género (contenidos de la asignatura en 4° de la ESO).

Frente a esta necesidad de pensar y madurar de todo ciudadano, a los obispos y la reacción hispana sólo se les ocurre, como tantas veces, prohibir y condenar, lo que no deja de ser una buena noticia: a este paso, pronto se van a quedar sin clientela.

Profesor de Filosofía