Como hace la Iglesia en su caso, lo primero que enseña la Escuela es que hay que ir a la escuela. Porque en ella cree que está la salvación sin duda alguna , y solo los herejes piensan lo contrario. Pero eso no es educar, eso es escolarizar y en todo caso sigue siendo adoctrinar en un mundo secularizado. Sigue siendo la cruz de la misma medalla, o moneda. Así no se saca de los alumnos lo mejor, no se les ayuda a crecer y se malogra lo que traen consigo para sí y para todo el mundo.

La educación es una ayuda, un cuidado, un cultivo de la vida que comienza. No la mortificación de esa vida y en modo alguno el aborto de un futuro mejor -apenas concebido- en beneficio de un orden consagrado y establecido. No es la hostia, ni el pan bendito o de los pobres. La buena educación, la que merece ese nombre, la verdadera, no es posible si el curso se programa sólo desde las preguntas elegidas para obtener en los exámenes las respuestas establecidas. Que eso es lo mismo que comenzar a construir por el tejado. No desde abajo o desde las preguntas abiertas en la vida misma, sin prejuzgar las respuestas. El método de preguntas y respuestas de la catequesis donde todo encaja, sirve para adoctrinar pero no para educar. Los maestros de escuela convencionales no se hacen preguntas: interrogan. Y por tanto ellos no aprenden nada nuevo en cada curso, ni educan a sus alumnos: les enseñan «lo que es bueno», que es por supuesto lo que ellos creen saber sin duda alguna. Y por eso repiten. Yo les pediría por favor que no hagan eso y que aprendan. Eso es lo que yo les pediría y lo que sin duda -pienso- les agradecerían sus alumnos.

La educación no excluye ninguna pregunta que se hagan los alumnos o puedan hacerse. Todas son atendibles y deben ser atendidas vengan de donde vengan. La educación en la vida y para la vida empieza atendiendo a todo lo que se planta o plantea en el mundo de la vida, a todo lo que es cuestionable y nos cuestiona en ese mundo. Hay preguntas que saltan como la liebre, donde menos se piensa. Son preguntas corrientes. Y otras agazapadas con las que tropezamos. Preguntas o problemas, escándalos incluidos, todo lo cuestionable cuando se ofrece ha de ser atendido. Considerado y respondido. Merece una respuesta razonable y razonada. Una persona atenta, educada, atiende esa demanda y no se desentiende de ninguna cuestión.

Educar es ayudar al que atiende para que sea atento. No es buen maestro el que lo sabe todo -eso pretende o eso dice- sino el que aprende todavía y acompaña a los alumnos aportando su experiencia y lo que sepa. La educación no consiste en la trasmisión de contenidos fijos o respuestas, de prejuicios o sentencias incuestionables. Más que conducir o llevar el gato al agua, a donde quiera el maestro, educar es nadar con el alumno y llegar a puerto en la respuesta por convicción propia: desde la libertad responsable y el pensamiento libre.

Educar no es instruir o formar, afirmar y poner firmes a los alumnos. La «educación» castrense, la instrucción, tiene que ver apenas con la educación humana. La instrucción disciplina, enseña a obedecer a ciegas al que manda. No niego que la disciplina sea útil y necesaria en estados de excepción. Pero en el mundo de la vida y de la convivencia normal es la compañía y el acompañamiento entre personas lo que importa. Y lo más necesario educar para ser atentos o bien educados, para atender escuchando y escuchar ayudando.

Educar así, siendo educados, es ser atento en la vida y cultivar con otros una cultura humana de proximidad. No para reducir el mundo de la vida, sino para concretar ese mundo aquí, sin andar por ahí distraídos -enredando y enredados- sin estar así para nadie. Que sólo existiendo aquí atento se está en el mundo con los pies en tierra.... para todos. Y el que no está aquí no está en este mundo para nadie.

*Filósofo