Se preguntaba el psicólogo y humanista alemán, Eric Fromm: «¿Por qué la sociedad se siente responsable solamente de la educación de los niños y no de la educación de los adultos y de los padres que dicen educar a los niños?». Porque una cosa es ser padre y otra muy distinta, ser padre educador. Khalil Gibram, insta a los padres: puedes darles (a tus hijos) tu amor, pero no tus pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos… Puedes esforzarte en ser como ellos, pero no procures hacerles semejantes a ti, porque la vida no retrocede ni se detiene en el ayer. Ni que decir tiene que educar es tarea de toda la tribu (escuela, familia, medios, sociedad…) No obstante, algunos miembros de la tribu están en otra cosa, tocando el tambor.

Vamos a verlo. El pasado 20 de diciembre apareció en el 'Periódico de Catalunya' la siguiente noticia:

«La séptima edición de GH VIP ha registrado resultados de audiencia históricos durante los tres últimos meses y, como no podía ser de otra manera, su gran final consiguió anoche otro espectacular dato en Telecinco. Un total de 4.231.000 espectadores estuvieron pendientes de la gala en la que Adara se proclamó como ganadora, lo que se traduce en una cuota de pantalla del 38,5%. En el access prime time, GH VIP: exprés arrasó con un 24,9% y 4.324.000».

Todos estos espectadores, cabe pensar adultos, muchos de ellos serán padres y madres. Sus hijos habrán observado a sus progenitores disfrutando con un programa tan ejemplar. Manifiesto mi sorpresa. No conozco a nadie que me haya afirmado abiertamente yo lo he visto. Y he preguntado a muchos. La conclusión puede ser doble. O mienten. Se miente más que se engaña, como nos advirtió Antonio Machado. O los 4.324.000 de espectadores no son terrícolas y han llegado de otro planeta. Por cierto, está ya en pantalla una segunda edición del GH VIP. Y a la vez La isla de las tentaciones. Si ejemplar es GH VIP, este segundo lo supera. ¿Habrá algún límite ético en estos programas? Cuanto más morbo, más chabacanería, más truculencia mejor. La audiencia lo legitima todo, ya que tras ella va la publicidad. Y el cénit del despropósito: el espot previo a la retransmisión de los partidos de la selección española ha sido de apuestas deportivas. Así, muchos chavales de institutos y colegios están enganchados a las apuestas. No obstante, estos programas también existen en otras latitudes. Trump, antes de ser presidente, protagonizó un programa televisivo The Aprentice, en el que estremece su nivel de degradación. Su trama era la lucha por la supervivencia en esta jungla del capitalismo actual. El primer episodio se iniciaba con un plano de un sintecho durmiendo en la calle; es decir, un perdedor. Luego aparecía Trump en una limusina, todo un símbolo del ganador. Ni la menor ambigüedad en el mensaje: puedes ser el tío tirado en la acera o Trump. A esto se reducía el sádico drama del programa: sé un cabronazo y serás el ganador o el humillado que tras abroncarte tu jefe te despide sin contemplaciones.

Era toda una cultura: tras décadas de despidos colectivos, de precariedad y de degradación de las condiciones de vida, Mark Burnett, el productor, y Trump daban el golpe de gracia: la conversión del despido en un entretenimiento para el público. Y este psicópata es presidente de los Estados Unidos.

Las secuelas de estos programas son claras. Se están convirtiendo en personajes con gran poder mediático, Kiko Matamoros, Belén Esteban, entre otros… Este hecho, cuando menos, nos debería servir de motivo de reflexión a todos, aunque, por si acaso, conviene señalar que en la escuela, se lo puedo asegurar, no se hace apología de estos modelos.

Hace poco, un compañero, docente de vocación y gran profesional, muy compungido me decía que en una clase de su instituto planteó a sus alumnos de 4º de la ESO, la siguiente pregunta: ¿qué querían ser el día de mañana? La espontánea respuesta de un chaval bastante despierto fue: el día de mañana quiero ser como Kiko Matamoros. Se quedó perplejo y ya no pudo seguir. Sintió como una auténtica bofetada en su rostro. Le dieron ganas de marcharse de clase a respirar aire fresco. Mas, reponiéndose, le siguió interrogando: ¿por qué quieres ser como Kiko Matamoros? Le contestó: porque es un tío muy majo, está todos los días en la televisión y además gana mucho dinero.

Esto es lo que hay. Nuestra sociedad, hace ya días, ha dejado de venerar el estudio y el esfuerzo. Ya no están de moda en nuestra sociedad consumista y materialista, ni el científico que en un lóbrego laboratorio, investiga con medios rudimentarios terapias contra el cáncer; ni el médico altruista que marcha a un país subdesarrollado a prestar sus servicios, ni, por supuesto, el profesor de instituto que trabaja con unos chavales en una etapa muy compleja. Estos paradigmas ya no venden. Hoy nuestros ídolos son otros y se llaman relumbrón, mercantilismo y petulancia. Ahora reinan como amos y señores en los medios de comunicación nuevos reyes que, lejos de sonrojarse por no saber, alardean de ello. Todavía más, son los portavoces de una necedad militante, huraña, que profesa por las disciplinas del espíritu un odio visceral. No satisfechos con ridiculizar la escuela o la universidad, pretenden suplantarlas y mostrar con su ejemplo que el éxito y el dinero ya no están en esos templos del conocimiento.

*Profesor de instituto