La efebocracia, dominante en la política española, está dejando paso, en el Congreso de los Diputados, al jardín de infancia. De infantilismo habría que calificar muchas de las actitudes y peleas entre los jóvenes líderes que nos gobiernan o desgobiernan.

Todo son entre ellos travesuras y riñas. Provocando la última, Pedro Sánchez acaba de arrancar las páginas del informe del Consejo de Estado donde sus miembros se oponían a su propuesta de reparto de fondos europeos. Por su parte, Pablo Iglesias defiende a los raperos violentos y se pelea contra los acaramelados youtubers e influencers mientras ignora el encarcelamiento de Navalny, Suu Kyi y otros líderes en combate contra dictaduras que, a diferencia suya, han sufrido la tortura y la cárcel. Pablo Casado y Santiago Abascal discuten cada día a ver quién le marca más goles al Gobierno y hasta Inés Arrimadas parece menos madura e incapaz, como el resto, de devolver al país el millón de puestos de trabajo y los ochenta millones de turistas que hemos perdido en un año.

La nueva gresca se ha montado a propósito de ese desaparecido dictamen del Consejo de Estado, al parecer contrario a los planes de Sánchez con respecto a los fondos europeos. Pero, ese informe, ¿qué trascendencia tiene? El pueblo apenas sabe que el Consejo de Estado es un organismo consultivo donde siguen cobrando expresidentes, exvicepresidentes, exministros, exespías, exmilitares, exprofesores… Un cementerio de elefantes donde lo mismo se sientan María Teresa Fernández de la Vega, exvice con Zapatero y actual presidenta del Consejo, que José María Michavilla, aquel exministro de Justicia de Aznar, cuya incorporación al Consejo de Estado no tiene explicación posible. Del resto de miembros, la presencia de unos cuantos parece justificada; una mayoría invita a la duda.

La efebocracia ve a este organismo como una especie de Consejo de Ancianos que emite de vez en cuando pareceres o consejas en forma de dictámenes que o bien nadie atiende, o bien, como acaba de hacer Sánchez, tritura sus páginas críticas.

Rodeado de un halo de respetabilidad, el Consejo de Estado nació como defensor de la Constitución y último dique de contención contra los abusos de poder.

En tiempos de política-pandemia, ya vemos para lo que está sirviendo...