En su análisis de fin de año, el presidente aragonés, Marcelino Iglesias, destaca con acierto que lo mejor del 2004 es que por fin Aragón ha encontrado un elemento de cohesión: la Expo de Zaragoza. Dice el presidente, no sin razón, que la designación de la capital aragonesa para acoger este evento en el 2008 es el factor que necesitaba la comunidad para creer en sus posibilidades y para verse reflejado en el resto de España como pueblo con capacidad, con optimismo y con ilusión. Y precisamente al presidente aragonés le toca ponerse ahora al frente del movimiento social, económico y cultural que debería explotar más que nunca al calor de ese horizonte mágico del año 2008. La organización de la Expo no sólo debe suponer un cambio urbano y turístico para la región, sino que ha de corregir algunos de nuestros vicios de funcionamiento como pueblo y consolidar un cambio de mentalidad que redunde a la larga en beneficio de todos.