El acuerdo del PSOE con EH Bildu va a poner a prueba la capacidad pactista de la política española. A diferencia de la derecha, los socialistas están dispuestos a normalizar («nueva normalidad») las relaciones con Bildu, algo que Pablo Casado no tolerará a medio plazo y Santiago Abascal nunca.

Pero el grupo parlamentario del PSOE, con Adriana Lastra y Rafael Simancas al frente de la fontanería de «la geometría variable», un sistema de abastecimiento híbrido que les obliga a utilizar las bombas presupuestarias para desatascar vías de contacto, ha elegido mal momento, el estado de alarma, y peor avería, la ley laboral, para sellar a Bildu con la silicona democrática. Su torpeza, al ofrecer nada menos que un corpus legislativo a cambio de la simbólica abstención de 5 diputados, ha abierto ante los votantes, más que el despacho de ingeniería política, el taller de chapuzas del Congreso.

Pero el tiempo, que todo lo olvida, pasará, y puede ser éste, además de un desencuentro con los de Pablo Iglesias, el primero de una futura serie de acuerdos entre el socialismo español y la izquierda abertzale. Para ello, la opinión pública nacional tendrá que asimilar que entre los diputados de EH Bildu hay varios con un pasado relacionado con el terrorismo. La portavoz, Mertxe Aizpurúa, militó en ETA pm, aunque abandonó la banda; e Iñaki Ruiz de Pinedo estuvo detenido en 1981 y 1983 por cantar delante del rey Juan Carlos el Eusko Gudariak en la Casa de Juntas de Guernica y por legitimar la lucha de ETA. Otros diputados, los más jóvenes, como Oskar Matute o Jon Iñarritu, están en apariencia «limpios», aunque todos hayan estado en contacto con las cloacas del terror y antiguos mediadores del sector armado.

El ejemplo del IRA está ahí, y no es malo, pero van a ser necesarias grandes dosis de madurez política y habilidad institucional para evitar que, en adelante, como ha pasado hoy, cualquier negociación con EH Bildu se interprete como claudicación del Estado de Derecho, humillación del gobierno, insulto a las víctimas de ETA, etcétera.

¿De verdad podrían los abertzales llegar a ser una pieza constructiva en el diseño de la solidaridad y la paz? La respuesta, un tal Otegui