Felipe sabe que la monarquía si no es ejemplar no sirve para nada, así que frente a la "sorpresa" manifestada por Juan Carlos cuando el juez Castro imputó a su hija Cristina, el joven Rey ha mostrado su absoluto respeto ante la resolución judicial que procesa a su hermana por un presunto delito fiscal y blanqueo de capitales. El procesamiento se veía venir, de manera que al Rey senior no le quedaba otra que alejarse para no dañar más la institución, tan cuestionada desde que trascendió que su yerno hacia negocios ilegales con administraciones públicas. Parecido arrebato de resignación ha llevado a Magdalena Álvarez, imputada por el caso de los ERE fraudulentos de Andalucía, a dimitir de la vicepresidencia del Banco Europeo de Inversiones. Álvarez ha sucumbido a la presión del Gobierno para que abandone el cargo porque "es muy importante cuidar la imagen de España". ¿Qué imagen? Les inquieta que la corrupción sea un lastre para la marca España pero no les importa que sea la causa de la desafección política y, en buena medida, de la crisis económica y social. El juez Castro pretende sentar a la infanta en el banquillo porque no se cree que fuera ajena a los negocios de su marido, de los que se benefició probadamente. Otros jueces, en cambio, comulgan con las simplezas de la ministra Mato, que no sabe quién pagó las comuniones y las colonias en el extranjero de los niños, ni quién puso en su garaje un espectacular Jaguar. Las instituciones políticas y judiciales si no son ejemplares tampoco sirven para nada.Periodista