Cada vez que se escuchan declaraciones, intervenciones o mensajes de nuestros políticos en los últimos días me pregunto dónde queda El arte de la política de Aristóteles. Aquel filósofo griego nacido en el año 384 A. C. que sentó las bases de la filosofía occidental, de la Ética y de la Política. Este hombre discípulo de Platón y maestro del joven Alejandro Magno consideraba la política «como la suprema ciencia práctica, la encargada de culminar las grandes aspiraciones humanas».

En estos tiempos de política barriobajera, de escaso o nulo nivel cultural y de estudios (licenciaturas inexistentes, másters regalados), es interesante releer la selección de textos de Política de José Antonio Marina, titulado así: El arte de la Política. En sus páginas nos cuenta que Aristóteles como buen empirista solo cree en las cosas concretas que nos dan felicidad. «Esa felicidad solo puede encontrarla en la convivencia con otros seres humanos; es decir en el diálogo. Y para que quede clara la cosa: «Aristóteles piensa en la ciudad como la comunidad perfecta». De tal manera que «llegó a la conclusión de que la mejor forma de gobierno es aquella en la que gobiernan los mejores para servir al bien de la comunidad».

Igual que ahora, podríamos decir con cinismo. Ya que Pablo Casado se considera discípulo de Aznar y este su maestro; aunque tal comparación suponga un insulto a la inteligencia, a Platón y a Arístóteles. Las frases del líder de la oposición aconsejándonos exclamar un: «¡Viva el Rey!», en cada momento de nuestra vida, suena a cachondeo trasnochado. O esta otra: «No se puede venir a negociar con una pistola encima de la mesa», en referencia a los independentistas catalanes al imponer sus condiciones. Yo me pregunto, ¿este chico no tiene ningún problema? para andar tan suelto. Seguimos esperando que muestre sus trabajos académicos, por mucho que pase página el Supremo. Y, por favor, que no vuelva a enseñar a las cámaras esos dossiers de canutillo de cinco páginas sobre la mesa, que son peores que una pistola de juguete. Por su parte, Aznar se retrata a sí mismo en las Comisiones de Investigación, o de lucimiento personal, por su chulería insoportable y por mentiroso. En política hay que saber hablar correctamente, razón por la que la presidenta de las Cortes no puede decir «ha sido inadmitido», al explicar que la Mesa del Congreso ha rechazado tramitar la enmienda del PSOE que pretendía evitar el veto del Senado (PP y Cs) a la aprobación de los presupuestos. Ana Pastor se inventa palabras y se queda tan fresca.

De la misma manera que la ministra de Justicia, Dolores Delgado, no puede perder los nervios y mostrar su monumental cabreo en el Senado cuando una portavoz del PP la increpa con dureza por su «relación con Villarejo». Delgado mantuvo una comida privada en 2009 con Garzón y el comisario. El tipo amoral grabó la conversación hace nueve años. No era ministra, no se han acostado juntos y no se pasaron sobornos debajo de la mesa.

*Periodista y escritora