El caso es que yo debiera haber parado ayer, y hoy este artículo no habría visto la luz. Pero los convocantes del 14-N se empeñaron en que los trabajadores de la prensa diaria hiciésemos la huelga hoy, y como servidor se atiene en estos casos a la disciplina más elemental... hoy será cuando deje apagado el ordenador y mañana faltaré a la cita con todos ustedes. Discúlpenme, pero no me queda más remedio.

He tenido mis dudas sobre esta convocatoria, sus posibilidades, su alcance real, su impacto... Creo no obstante que desembocará en una gran jornada de lucha, con paros, piquetes, concentraciones y enormes manifestaciones vespertinas. Así que vale, ya estoy convencido. Y aunque no lo estuviese, iría igualmente a la huelga por puro orgullo y dignidad, por respeto a los apellidos que llevo y a una familia que jamás (hasta donde nos alcanza la memoria) dejó de creer en la libertad, la equidad y la justicia. Iría porque hay motivos y porque además trabajo en una industria (la de la información) que está siendo demolida, y en ello, amigos, me va la vida.

Esta crisis se está llevando por delante demasiadas cosas. En España, dos gobiernos sucesivos han iniciado (el anterior tímidamente, el actual con terrible resolución) la destrucción de la democracia social. Semejante plan no sólo contempla la voladura de los servicios sociales, de la igualdad de oportunidades, de la asistencia a los más débiles y de los derechos laborales acumulados durante decenios de lucha y resistencia; también incluye la devaluación acelerada de los instrumentos que han permitido construir la democracia y son imprescindibles para mantenerla en pie y reforzarla. El periodismo es uno de ellos. Por eso, al margen de dudas y pareceres, hoy dejaré quietos mis papeles, saldré a la calle y me encontraré con mis colegas, al filo de las siete de la tarde, por delante de la manifestación que marchará desde Paraíso a la plaza de Europa. Ese es el lugar en el que habitualmente trabajamos informando cuando la gente sale a la calle. Y allí estaremos esta vez para sumar nuestro grito al de todos los demás. Por puro instinto de supervivencia.