Como he pasado muchas horas en las plantas del Servet y del Clínico las he visto llegar cada mañana con la fregona a cuestas... Como llevo bastantes años en esto del periodismo recuerdo su irrupción en el ámbito de combatividad obrera allá por el 79, cuando llevaron a cabo la primera huelga para reclamar un salario digno, unas condiciones de trabajo dignas y un mínimo de dignidad. Carecían entonces de tradición sindical, pero fueron a la lucha con una firmeza que rivalizaba con la de los metalúrgicos o los albañiles. Y salieron victoriosas... Como pertenezco al club de quienes se niegan a retroceder en el tiempo quiero manifestar que la huelga actual es justa y sus objetivos más que razonables: comprometer a la patronal del sector para que no se descuelgue del convenio; o sea, evitar volver al salario mínimo interprofesional, sostener aquella dignidad conquistada hace treinta y tantos años. Qué menos.

Vivimos una época terrible, delirante. El consejero de Sanidad y Bienestar Social, Ricardo Oliván, se niega a recibir a los representantes de las limpiadoras en huelga (los ha derivado a la gerente del Salud) y argumenta que este conflicto es un asunto de naturaleza privada. ¿Privada? ¿Cuando afecta directa y gravemente al funcionamiento de los hospitales públicos aragoneses? ¿Es éste el enfoque que trae aparejada la privatización de servicios promovida por el consejero en cuestión? Porque, ojo, el desentendimiento institucional respecto de esta última crisis en los centros sanitarios va a coincidir con la primera operación destinada a dejar uno de dichos centros en manos de alguna concesionaria. El dudoso honor corresponderá al nuevo hospital de Alcañiz. El Gobierno aragonés dice no tener dinero para construirlo (aunque le sobra para gastarlo en circuitos y carreras de motos), así que lo ofrecerá a quien quiera hacerlo y explotarlo. Será más caro a medio plazo, dará peor servicio... pero moverá el negocio.

Por eso es tan importante que alguien, en medio de semejante locura, esté dispuesto a defender su dignidad. Enhorabuena, señoras limpiadoras. Ustedes merecen ganar. Y ganarán.