El obispo Reig Pla ha provocado la lógica indignación por lo que algunos afectados han denominado una homilía insultante, difamatoria y discriminatoria contra el colectivo gay, esta vez con el agravante de ser retransmitida por TVE. No deja de sorprenderme la obsesión casi enfermiza que muchos jerarcas de la Iglesia Católica tienen con este tema, con la sexualidad en general y con su reiterada pretensión de imponer su moral a la totalidad de la población. No acaban de entender que esa pretensión es tan irracional como la de cualquier fundamentalista de cualquier otra religión. Irracional e inaceptable en una sociedad democrática. Hay que recordar que el artículo 14 de la Constitución Española declara que "Los españoles son iguales ante la ley sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social". Cabe preguntarse si cuando los obispos hablan de evangelizar se refieren a incitar a la homofobia, la ignorancia, la discriminación y al odio a una minoría. Supongo que no. Algún otro obispo ha levantado su voz pidiendo respeto a los homosexuales, pero ha sido una voz en el desierto. Un obispo católico o un imán musulmán están obligados a respetar la Constitución y los poderes públicos deben velar por ello. Reig Pla es el mismo obispo que celebraba misas con la bandera preconstitucional. O sea, sigue en su línea. ¿Se permitirían excesos semejantes, claramente anticonstitucionales, a un imán?