Aunque los sentimientos suelen arrastrar a muchos votantes en situaciones emocionales, es la economía la que suele decantar el resultado electoral. Recuerden aquella famosa frase, que derivó en eslogan, del candidato Bill Clinton: «Es la economía, estúpido». En la campaña a las elección presidencial de los Estados Unidos de noviembre 1992 esta lema lo acuñó James Carville, asesor de Clinton, para demoler al candidato republicano, y presidente entonces, Bush padre. Clinton ganó y Bush no repitió mandato. En aquella ocasión los estadounidenses votaron con la mano puesta en la cartera y no el corazón, como casi siempre.

Dentro de quince días se celebran es España elecciones al Congreso de los Diputados y al Senado, de las cuales saldrá la mayoría parlamentaria que habrá posible un nuevo Gobierno (salvo imposibilidad matemática).

Los partidos con probabilidades de obtener escaños han comenzado la campaña electoral apelando a lemas tan manidos y poco concretos como «el voto útil», «la unidad de España», «la amenaza de la Izquierda», «la de la Derecha», «el miedo a la extrema Derecha», «el pavor a la extrema Izquierda», «la defensa de la Constitución»…; y así casi todo.

Pero los temas realmente importantes, los que van a marcar la vida de la inmensa mayoría de los españoles para la próxima legislatura, apenas se comentan. Y aquí, el sistema impositivo debería ocupar un lugar primordial, porque es en ello donde se juega el inmediato futuro del país.

Algunos gurús neoliberales, esos que andaban por las televisiones dando lecciones simplonas de economía y que ahora se han pasado a la política, proponen bajar los impuestos a todo el mundo, porque aseguran que así el dinero estará en los bolsillos de los ciudadanos responsables y no en manos del Estado derrochador y manirroto. Sostienen que crecerá la economía, se generará empleo y todos seremos felices, porque apenas pagaremos impuestos. Mienten.

Mienten porque los impuestos que pretenden recortar son sólo los directos, precisamente los más justos y que más contribuyen a repartir la riqueza y la justicia social (el IRPF, el de sucesiones, el de sociedades, beneficios empresariales, grandes fortunas, etc.).

Mienten porque nada dicen sobre rebajar los impuestos indirectos (IVA, por ejemplo), que son los más injustos porque pagan lo mismo los más ricos que los menos favorecidos.

Mienten porque lo que no se recaude por la vía directa se hará por la indirecta: sanidad privada, autopistas, IVA, etc. Pues nada, que ustedes lo voten bien.

*Escritor e historiador