Para valorar los resultados producidos en las recientes elecciones parlamentarias libanesas, el pasado 6 de mayo, y la reanudación de las hostilidades entre países influyentes en la zona, hay que desmenuzar el complejo juego de intervenciones foráneas a través de proxies --los actores delegados por el que se ha regido tradicionalmente la política regional--, con la salvedad de que ahora están invirtiendo su hegemonía.

La repentina dimisión del primer ministro Saad Hariri desde Arabia Saudí no ayudó a su reelección, visualizando aún más que la gobernanza libanesa se fragua entre Arabía Saudí e Irán y no internamente. Por esto y por el reciente cambio de la ley electoral se podría explicar que la participación en los comicios bajara al 49%.

Elpartido del actual primer ministro, Corriente de Futuro, apoyado por Arabia Saudí, ha perdido 12 escaños pasando de 33 a 21, con lo que Hezbollah y sus aliados tendrían más de la mitad en un Parlamento de 128 diputados a partes iguales entre musulmanes y cristianos y que no se había renovado en los últimos años debido a la guerra siria. Hezbollah es mucho más que un actor militar e incluso un benefactor social, es un Estado paralelo y desde la guerra siria cuenta con un importante apoyo iraní para El Asad y para expulsar a los yihadistas de sus fronteras, lo que ha aumentado su influencia en la zona. Por eso, Israel está vigilando su aprovisionamiento desde Siria mediante incursiones aéreas, ante las que Moscú ha pasado a contener su papel en la zona más que Estados Unidos.

Los resultados electorales afianzan aún más el creciente expansionismo iraní en la zona que, junto con Rusia, amenaza la influencia del bloque suní apoyado por EEUU e Israel, pero desde Bagdad y Teherán hasta Saná y Beirut. Por eso, Donald Trump rompe el acuerdo nuclear con Irán y amenaza con nuevas sanciones a Hezbollah, porque en realidad necesita recuperar su influencia en la zona ante este creciente expansionismo iraní, y también porque Israel se ve totalmente cercado por el bloque chií desde Gaza, Siria y Líbano.

En los últimos cinco años estamos viendo cómo a medida que EEUU se va retirando de la zona para concentrarse más en Asia-Pacífico, Rusia trata de hacerse con ese vacío incluso más allá de Oriente Medio y Próximo, pues está sellando alianzas energéticas y armamentísticas, además de asentarse en sus bases militares, también con países del Magreb, sobre todo Egipto y Marruecos, y estableciéndose en puntos clave para influir en Libia y Turquía. También ha firmado acuerdos para establecerse en dos bases militares sirias a 49 años. Su envío de mercenarios a todos estos escenarios e incluso su participación en labores de reconstrucción obedece a esto. Con lo que la reactivación de algunas hostilidades israelís y las sanciones norteamericanas son un intento de frenar el creciente expansionismo iraní que va de la mano rusa y en detrimento del bloque suní apoyado por EEUU e Israel.

Existe la posibilidad de que Arabía Saudí y otros países del bloque suní manden tropas a Siria, apoyados por EEUU, e incluso de que Israel entre en una guerra con Líbano de similares características a la del 2006. Pero por el momento no es previsible un enfrentamiento bélico directo y sí que sigan con esta escalada de actores y escenarios interpuestos. Irán y Rusia se van a conformar con instalarse en Siria y no están interesados en entrar en una guerra directa sino a lo sumo de proxies. Estarían incluso pergeñando la Siria pos-Asad sin él, lo que los convierte en actores clave para resolver la guerra e iniciar una transición. Y al bloque suní y sus socios occidentales tampoco les interesaría entrar en una guerra que encarecería el petróleo y acabaría por afectar a la inflación y al consumo en los países más dependientes.

Irán es un rival de doble filo, pues tiene poder para acabar con el terrorismo suní en sus zonas de influencia y no conviene tanto tenerlo como enemigo ni romper unos acuerdos nucleares que tanto costaron alcanzar. Las sanciones de EEUU dificultarán el despegue económico del país y los intercambios con el exterior, y Hezbollah ha expulsado a los yihadistas de sus fronteras, ambos pueden ser de ayuda contra este tipo de terrorismo.

Lo que se libra es una batalla por el liderazgo en Oriente Medio y Próximo, pero también en zonas del Magreb, tras haber trastocado las revueltas la presencia e influencia occidental-suní en la zona, un vacío que está llenando Rusia a través de sus proxies y mediante acuerdos con los mencionados países donde está asentando su presencia.

*Consultora en política y seguridad internacionales