Por primera vez en muchos años, distintas administraciones van a comenzar casi al mismo tiempo los mandatos de (se supone) cuatro años (cinco en la UE). A la vez que echa a andar la legislatura nacional, lo van a hacer la mayoría de comunidades autónomas, como la aragonesa, los ayuntamientos y la nueva Comisión Europea. Toda una coincidencia que debe enmarcarse como un reto político para avanzar sin los sobresaltos de tantas elecciones y sus respectivas campañas. Al menos aparentemente, debe ser un signo positivo para que la sociedad no se vea salpicada por los parones que produce cualquier convocatoria electoral. Y las elecciones autonómicas, municipales y europeas de hoy, por mucho que haya partidos políticos que las han planteado como una segunda vuelta de las generales de hace un mes, del 28-A, no lo son.

Este es el momento en el que elegimos lo más importante de nuestra vida, lo que más nos afecta en el día a día. Vamos a decidir cómo va a ser la educación, la sanidad, los servicios sociales, pero también qué modelo de transporte público vamos a tener en la ciudad que vivimos, qué, cómo y de qué manera vamos a reciclar y qué modelos culturales y de festejos vamos a tener más cerca de nosotros, entre otras muchas cuestiones. Por eso estas elecciones son mucho más sanas y más necesarias que ninguna y por eso también los electores no solo van a tener en cuenta los bloques de la derecha o la izquierda, como en los comicios del mes pasado. Aquí tenemos a los gobernantes, a los candidatos que se presentan a las elecciones, mucho más cerca (aún más cuanto más pequeño es el municipio) y esa proximidad es algo que se tiene también muy en cuenta a la hora de votar porque el grado de conocimiento, de afinidad, de los cabezas de lista tiene un peso específico que hace que no se vaya a votar de igual manera que el 28-A. Y eso, a pesar de que el tiempo transcurrido entre unas elecciones y otras sea tan apenas de un mes.

Ya hemos visto en la campaña en Aragón que estas elecciones eran de otro calibre. La tensión entre los bloques ha sido muchísimo menor que en la campaña nacional. Hasta el punto que los candidatos de los dos partidos más fuertes, Javier Lambán, del PSOE, y Luis María Beamonte, del PP, han sido muy respetuosos entre ellos. Mucho más de lo que podría pensarse en una campaña. Como si hubiera habido (que los hay) pactos de no agresión y de otras cuestiones. Todo fueron juegos florales y rifirrafes más de cara a la galería que otra cosa. Ahí se enmarcan todos los pulsos con «el chico de Ciudadanos», Daniel Pérez.

Es tal la diferencia con el 28-A que los de Vox no han tenido ningún protagonismo. Incluso diríase que nadie se acuerda de ellos salvo cuando llega a casa la propaganda electoral. Nadie los echa de menos.

Y en el Ayuntamiento de Zaragoza, mucho ruido, como siempre en esta institución últimamente, pero poco apasionamiento. Es cierto que se han lanzado muchos temas por parte de los distintos partidos políticos que optan hoy a obtener representación, pero ninguna apuesta clara de las que se pueda hacer bandera de ciudad. Hasta el punto que lo que más ha llamado la atención es que el Real Zaragoza (mejor dicho los actuales propietarios del club) se hayan echado en brazos del PP avalando los planes que tienen para reformar el campo de La Romareda. Una gran equivocación para un club que representa a toda la ciudad y que además quisieron enmascarar con tretas.

Son las elecciones de hoy vitales para el día a día de la comunidad y de nuestras ciudades, el entorno más cercano. Por eso, que haya descendido el interés por ir a votar, que se ha visto ya en el voto por correo (menos que hace un mes, en las generales) y que se hable de que puede llegarse a un 10% menos de participación que el 28-A, es negativo. Hay que ir a votar para luego poder protestar con más autoridad. Los políticos se juegan mucho en cuestión de egos personales: hay quien dice que si alguno no logra ser alcalde habrá perdido su última oportunidad y frases similares. Pero los ciudadanos tenemos muchísimos temas del día a día en juego. Por eso estos comicios son muy necesarios y debemos exigir a los que obtengan representación que cumplan sus promesas, dialoguen e intenten hacer del territorio un lugar habitable y limpio. Hoy no caben revanchas de hace un mes. Hoy hay que elegir aquello que más nos interese y necesitemos.

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