Cataluña irá a elecciones anticipadas, se supone que pronto, pero aún no sabe cuándo. En una declaración institucional, el president de la Generalitat, Quim Torra, dijo que anunciará la fecha de las elecciones tras la aprobación de los presupuestos catalanes. En un discurso muy duro, Torra cargó contra ERC, la acusó de deslealtad y evidenció con crudeza lo que resultaba evidente desde hace tiempo: que el actual Ejecutivo está desunido, sin confianza mutua, sin estrategia común y con visiones opuestas en temas trascendentales como la forma con la que reaccionar a la judicialización del procés. Como pronto, las elecciones serían en mayo, aunque Torra no dijo que vaya a convocar de inmediato. Tras dos años de parálisis legislativa a causa de dos socios de Govern que se han dedicado a zancadillearse entre ellos en vez de a gobernar, no es aventurado pensar que en la decisión de aprobar los presupuestos primero y después anunciar la fecha de las elecciones ha tenido influencia el temor a aparecer ante los ciudadanos como los responsables del desaguisado. Porque el discurso de Torra sonó a primer acto de precampaña, centrado en gran media en señalar a ERC como responsables de la ruptura. En realidad, los dos socios hace tiempo que se encuentran en campaña, en su eterno pulso por la hegemonía del campo independentista. De la larga lista de desencuentros cabe responsabilizar a ambos grupos, que no han sabido gobernar pensando en el bien común en un tiempo tan convulso para Cataluña. Eso sí, sobre Torra recae una parte importante de la responsabilidad por su vocación confesa de presidente vicario y de activista antes que de president catalán. Una situación de inestabilidad que también trasmiten al resto de España; a nadie se le oculta que en campaña en Cataluña para Pedro Sánchez será más difícil negociar con ERC los Presupuestos del Estado. Pero al menos hay que esperar que una legislatura como la vivida en Cataluña no se repita.