En algún otro momento ya me referí a que la afinidad ideológica no es suficiente, ni imprescindible añadiría, para llegar a acuerdos de gobierno del tipo que sean. Desde algunos sectores, en muchos casos muy interesados partidariamente, se observan unas nuevas elecciones como un verdadero drama y temen una situación apocalíptica. Desde luego unas nuevas elecciones en tan poco tiempo no es un asunto bueno pero el escenario político que eligieron los españoles hace unos meses es el que es. Tomen nota. Ese largo periodo de no gobierno es el coste de una burocratización, clientelismo y alejamiento de la clase política desde ya hace bastantes años, que con la crisis de 2008 dio paso al despegue de nuevos partidos. Es también el coste de la despreocupación ciudadana por lo colectivo, por lo que nos atañe a todos. Responde a eso que se decía, «pasar» de la política.

Estos últimos meses sirven para la reflexión y el aprendizaje de la ciudadanía en cuanto a la oferta y la posición que los nuevos partidos y coaliciones han hecho para la gobernabilidad y esas lecciones las vamos a ver en las próximas elecciones. Está muy bien eso del reparto del poder y el incremento de la representatividad que proporciona la presencia de más partidos, pero, junto a esa función de los partidos, está también la tarea principal que deben desarrollar, que no es otra que la de contribuir a una buena gestión cuando gobiernan. El resultado de estos meses de la estructura actual de partidos es que la mayor representatividad política ha dificultado la gobernabilidad.

Hace no mucho, ante el descrédito de unas organizaciones, los partidos tradicionales, se montaron otros con un resultado práctico dudoso en términos de gestión política. Además, respecto al comportamiento ético, que justificaba su presencia en detrimento de los secuestrados partidos tradicionales, tampoco ha sido lo que prometía. Hay casos clamorosos que es innecesario mencionar. Eso que se oye de que el multipartidismo ha venido para quedarse, ya se verá. Los cambios en las opciones políticas no se suelen dar de forma rápida, hay unas transiciones más o menos largas, no se producen vuelcos radicales sino más bien pasos secuenciales durante un proceso más o menos largo, pero al final se producen los cambios. De momento, la estructura actual de partidos en España parece que da más problemas de los que resuelve y esto lo están palpando amplios sectores de la ciudadanía. Sin duda, lo que ha sucedido en estos últimos meses, desde abril, tendrá repercusiones en las próximas elecciones.

En general, durante este periodo ha funcionado en estos partidos nuevos el denominado pensamiento de grupo, el cual genera un exceso de confianza en sus líderes. El pensamiento de grupo se traduce en una aceptación acrítica de los postulados del líder por los más cercanos a él, no se cuestionan sus propuestas,, y se silencia o se calla o se callan los disidentes, de forma que las ideas más razonables se descartan. Le pasó a Podemos con el sorpasso al PSOE hace dos años y le va a pasar a Ciudadanos con el sorpasso al PP en noviembre y por dejar huérfanos a antiguos votantes socialistas que se fueron por el coqueteo con el nacionalismo catalán principalmente. Y por el camino, un reguero de cadáveres políticos.

El comportamiento de los nuevos partidos en estos dos últimos años ha estado marcado más por decisiones tácticas y apuestas e intereses personales, que por posiciones ideológicas y estratégicas. Esta claro que eso que dicen algunos políticos de que primero España, luego el partido y finalmente yo, no se cumple nunca pero en el caso de los nuevos partidos este proceso se ha producido a la velocidad de crucero y sin ningún tipo de reparo.

Desde luego no es bueno apelar a la ciudadanía de forma tan frecuente pero siendo positivos debemos asumir que una nueva repetición electoral es el coste de un aprendizaje sobre el valor de la oferta política en nuestro país. Aunque parezca una pérdida de tiempo y recursos, la repetición electoral permitirá remapear el parlamento y situarlo más en consonancia con los nuevos deseos ciudadanos después de la experiencia de estos últimos meses. Unos pocos meses de retraso, después de los ya perdidos, no supondría un coste excesivo si lo que saliera de las nuevas elecciones representara mejor el sentir ciudadano.

El desinterés por la cosa pública lleva a que aparezcan visionarios que nos ofrecen el paraíso a coste cero y dos huevos más, y los cogemos a la primera promesa. Cuando hay coste, ciudadanos y militantes de los partidos, todos, ponemos más atención en el futuro, esa es la esperanza.H

*Profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y del Trabajo de la Universidad de Zaragoza