Cuando se dice que la electricidad es cara en este país, yo no me atrevería a confirmarlo, ni a desmentirlo, porque ignoro qué parámetros de costes utilizan para cobrarnos los kilowatios que consumimos; ahora, lo que si afirmo es, que ser cliente de un operador eléctrico es lo más raro que han visto los mercados de cualquier tipo. El adquirir electricidad nos obliga a realizar una instalación, nada barata por cierto, a poner un contador para que sepamos cuanto consumimos y qué nos cobran por ello y a ser un cliente de un operador. Además, de admitir todo debemos pagar aunque no hayamos consumido... ¡magnífico negocio!

Se me ocurre que si yo me comprometiese con un carnicero a comprar siempre la carne en su establecimiento y él me dijese que debo pagar una cantidad fija al mes, aún en periodos de vacaciones en los que no consumo, también sería el mismo excelente y extraño negocio.

Claro, se me dice que ellos producen electricidad y si no la venden la pierden y por tanto ese déficit que tienen al no saber almacenar esa energía, debemos pagarlo nosotros. Lo mismo que podría decir mi amigo el carnicero, si no vendo la carne se pierde y la debo tirar. Un mundo curioso de negocio, porque claro, hablando de déficit, también tenemos el tarifario, el gobierno de turno les dice que deben vender a tanto el kilovatio y como ellos afirman que pensaban vender más caro, la diferencia, como son buena gente y comprensiva, nos dejan que se la debamos los ciudadanos y ya pagaremos. Claro es, que nadie nos dice cuál es la verdad en su ganancia, pues no sabemos cuánto les cuesta producir.

En definitiva, un sector el energético lleno de luces y sombras, pero que forma parte esencial de nuestras vidas. Prácticamente todo ha pasado a necesitar de la energía para funcionar y esta sociedad les va añadiendo, día a día, mayor demanda sin condiciones.

Es evidente, que como son empresa, cada uno de dichos productores/operadores deben dar sentido de rentabilidad a su inversión, pero también es cierto, que esa teórica dependencia que tienen de los Gobiernos no deja de ser una excusa para encubrir un modelo de comercio, donde una verdadera libertad de mercado no se da, siendo los ciudadanos unos clientes sin ninguna capacidad para decidir qué es lo más conveniente para nuestra modesta economía. Lo mismo sucede con las empresas cuyos costes energéticos les condicionan una más eficaz competitividad, sobre todo en el exterior.

En este país, sigue habiendo sectores blindados frente a cualquier situación económica y este en concreto es uno de ellos. Podríamos afirmar que más que el resto, haciendo uso dictatorial de su producto, la electricidad, pues aun cuando deberían mostrar orgullo de un sentido solidario frente a situaciones adversas, se proclaman ser capaces de sacar mayor provecho.

Si en momentos de crisis como los actuales, existen ciudadanos sin posibilidad de pagar la poca energía que necesitan, me pregunto ¿cuál es el coste de seguir suministrándoles esa primaria necesidad?, pues podemos afirmar que para ellos ninguno. El cortar la entrada de electricidad a esos domicilios no les hace producir menos y por tanto prefieren que se pierda a mostrar una mínima solidaridad con esas familias.

Lo que no explican es que con la extraña liberalización del mercado eléctrico, los operadores se ven obligados a realizar unas inversiones, que además de colocarles en posición de competencia, les mejora los costes de producción. No conformes con esto, inventan lo que llaman Costes de Transición a la Competencia (CTC), magnífica definición; así que dicen al Gobierno del momento (1997) que para compensar estos CTC, deben devolver los usuarios eléctricos 8.600 millones de euros, a través del recibo eléctrico. Hasta que el Gobierno en 2006, suprime dichos CTC, las eléctricas habían cobrado 12.000 millones de euros, diferencia que se niegan a devolver; es decir, cobran sus inversiones para mejorar su gestión y si nadie les hubiese dicho nada, ahora seguirían cobrando.

Redefínanse empresarial y socialmente, intégrense en el conjunto que conformamos todos los ciudadanos, porque puede suceder que algún día sean ustedes los que demanden ayuda de nuevo y nadie les abrirá las puertas. Pero ante todo, muestren una cara que no sea la de vivir de las necesidades y miserias del resto. Se sentirán mejor.

Presidente de Aragonex