En la reciente celebración de los 25 años de El Periódico del Estudiante me dirigí a un nutrido grupos de ellos/as, convocados en el salón Aragón de Ibercaja, para compartir mi experiencia como novelista y algunos pequeños trucos o recursos que acaso puedan contribuir a orientar o despertar carreras literarias.

Que, en muchos casos, incluidos los más célebres, vienen avaladas por una suerte de trascendental fantasmagoría, como si sus titulares conviviesen con las musas y otros dioses de la inspiración, obedeciendo a deslumbrantes impulsos creativos vedados para el común de los normales. Nada más alejado de la realidad que el disfraz de esta clase de fantasmas.

Es probable que el escritor --aunque, si hablamos de novelistas, no sea estrictamente lo mismo--, tenga un don, no lo niego. Una facultad más acusada a la hora de narrar o describir cualquier historia o personaje. Pero sin el trabajo posterior de elaboración, sin el mono de faena, no habrá libro ni novela, no habrá nada.

Cuando la mente y el cuerpo se han puesto a trabajar al máximo rendimiento, esto es, una vez que la historia en sí está resuelta por la fuerza conjunta de nuestra razón e imaginación, el novelista en acción puede recibir ayuda de otros recursos menos habituales, pero igualmente latentes en su inteligencia.

SUEÑOS Y PESADILLAS, POR EJEMPLO

Sobre ellos, su importancia e influencia, puse el siguiente ejemplo a los estudiantes que me escuchaban muy atentamente e hicieron preguntas sobre el proceso creativo: aquella misma noche yo había tenido un sueño revelador sobre el final de la novela que estoy corrigiendo estos días, y que aparecerá en octubre con el título de Sangre de liebre. En el sueño, las piezas sueltas en el enigma de un asesinato se ensamblaron milagrosamente y al despertar simplemente tuve que anotarlas.

¿Quién había, entonces, resuelto el caso (un crimen ambientado en una finca de Los Monegros)? ¿Aquellos elfos a que se refería Robert L. Stevenson cuando, asismismo en pesadillas, le ayudaron a imaginar al terrible Hyde, el lado oscuro del Dr. Jekyll? Bien pudiera ser, aunque nunca veamos a esos duendes de día...