No quería escribir sobre el debate celebrado en las Cortes, porque servidora lleva a sus espaldas demasiadas sesiones parlamentarias de todo tipo y condición, como para desconocer el poco interés que el espectáculo tiene para el ciudadano; tan poco que he llegado a la conclusión de que sólo los muy directamente implicados --gobierno, oposición, periodistas y algún familiar-- escuchan lo que ocurre en el hemiciclo. Lo cual no significa que, personalmente, no considere necesario el que los que mandan y los que aspiran a hacerlo, debatan sobre nuestra realidad. Pero como me ocurre muchas veces una conversación con mi vecina, reafirmó mi percepción. Rosa, mujer muy comprometida socialmente y sin carnet político alguno, me espetó --sin la mínima consideración-- que me había oído por la radio y que, a renglón seguido, apagó el aparato y puso un CD de Bisbal. Herida en mi dignidad profesional, le respondí que en mis crónicas me había limitado a contar lo que decían unos y otros, recogiendo el "ambiente" --caldeado unas veces y plúmbeo las más-- que allí se respiraba. No me dejo terminar: para ella un debate como el de la semana pasada no sirve más que para que los que gobiernan vendan sus éxitos y los aspirantes pongan en solfa lo hecho y lo por hacer. No pude convencerla de que hay ritos que cumplir y exámenes que pasar... Ella entiende la política de otra manera, y a eso se aferra sin paliativos. Su opinión, que es la de otros muchos, debería hacernos reflexionar a los que, con mayor o menor fortuna y por una u otra razón, estamos en esto.

*Periodista