La noche violeta se ha extendido por España como una alerta contra una violencia machista que, lejos de disminuir, no deja de cobrarse nuevas víctimas. Miles de mujeres han querido unir sus voces en recuerdo de todas las que no están y en el combate para exigir un irrenunciable ni una más. El verano se agota y deja un rastro de violencia inasumible. Se han disparado las violaciones en grupo y los asesinatos machistas. Las estadísticas se quedan cortas ante la realidad de tantas muertes.

El cómputo oficial de este año alcanza las 42 mujeres asesinadas. El dato peor del lustro. Si se suman aquellas que no entran en la relación, como el reciente crimen de Valga (Galicia) en el que un hombre mató a su expareja, su exsuegra y su excuñada, la cifra se eleva hasta las 74 mujeres. Los números aún se vuelven más trágicos si añadimos los tres niños asesinados y se tiñen de tristeza con el reconocimiento de los 32 menores que han quedado huérfanos de madre.

El aumento de las violaciones es alarmante, un 23% más que en el 2018. Mención especial merecen las violaciones grupales. La memoria anual de la Fiscalía General del Estado, publicada la semana pasada, las calificaba de «fenómeno» y señalaba que cada vez la cometían más menores de 14 años. La web geoviolenciasexual.com ha contabilizado 55 denuncias este año, 27 de ellas este verano funesto.

Algunas agrupaciones feministas señalan la relación causa-efecto del discurso negacionista de Vox y el aumento de la violencia machista. Afirman que el maltratador puede sentir que su actitud no es reprobable.

La realidad de las cifras es incuestionable y es evidente que negar la existencia de la violencia machista, despojándola de las causas que la provocan, deriva en una peligrosa banalización. Más aún cuando hay vidas en juego. El citado informe del Ministerio Público alertaba sobre la perpetuación de los patrones machistas entre los jóvenes. No puede haber concesiones al discurso de la ultraderecha.

Las impulsoras de la noche violeta, la Plataforma Feminista de Alicante, no erraron al declarar el «estado de Emergencia» ante el aumento de ataques a mujeres.

Este verano revela en toda su crueldad que aún queda mucho por hacer. Los paréntesis parlamentarios que se vienen sucediendo no ayudan a la implementación de tantas medidas obligadas, la mayoría recogidas en un pacto de Estado que aún no se ha puesto en marcha en toda su amplitud.