La inminente irrupción de Vox en el Parlamento andaluz y, dentro de unos pocos meses, con las elecciones municipales y autonómicas, en otros parlamentos y ayuntamientos, tiene que ver, me temo, con el fenómeno de la emigración.

Los migrantes, como se dice hoy, en esta España políticamente correcta, donde el lenguaje se ha transformado en un arma de adoctrinamiento o represión, según se mire, se multiplican en nuestras fronteras.

El Estrecho, sobre todo, se está convirtiendo en un fenómeno migratorio de primer orden. Los flujos humanos procedentes del África subsahariana --pero no solo de allí--, no cesan de aumentar. No hay día en que Salvamento Marítimo o la Guardia Civil no rescaten a cien, doscientos, quinientos, un millar de migrantes ateridos en pateras, naufragados, arribados a las playas andaluzas, murcianas, levantinas, con poco más que lo puesto encima, pero, sobre todo, con la esperanza de vivir en un mundo un poco mejor que el que dejaron atrás.

Esa presencia masiva de migrantes en las ciudades del sureste español está causando alarma social. No se trata de una pulsación xenófoba, de odio al extranjero, sino una reacción de protesta frente a la incapacidad de las autoridades españolas para controlar la situación. Que está, ciertamente, descontrolada, y que amenaza con cronificarse no solo ya en Ceuta y Melilla, sino en Tarifa, Málaga, Almería, Cádiz... puntos de desembarco de las oleadas de africanos con destino a las costas españolas.

¿Y qué hacen nuestras autoridades? Salvar el mayor número de vidas posibles, en primer lugar. Dar acogida a los migrantes en centros ya saturados por familias enteras. Tratar de informarse de su identidad y procedencia y emprender procesos, bien de acogida en nuestro país, bien de tránsito hacia Europa, bien de devolución hacia sus lugares de origen. Procesos que, por su lentitud administrativa, se colapsan con la apertura diaria de otras cien, doscientas, quinientas, mil solicitudes de residencia y asilo, de ayuda humanitaria y, a ser posible, trabajo, sanidad y educación.

Una bomba social y electoral que puede estallarle al Gobierno.