El último Premio Nacional de las Letras Españolas, Emilio Lledó, es un enamorado de la cultura que ha tenido la oportunidad de derramar su sabiduría por doquier. Lledó, don Emilio para sus alumnos que sienten por él ese respeto reverencial que solo se otorga a los grandes educadores, se formó en Alemania, en la Universidad de Heildelberg, de la cual fue profesor durante más de una década; adalid de las Humanidades, Lledó es también un gran defensor de la lectura, siendo claves en su obra la felicidad, el silencio, la belleza y la verdad.

El Lledó filósofo, para quien la verdadera riqueza está en la cultura, más allá de constituir un modelo docente fundamental y de ignorar lo que califica como discusiones banales en torno a la educación, se centra en el crecimiento del alumno como persona y en el desarrollo de su aptitud vocacional, al margen de las típicas corrientes, tan en boga hoy en día, obsesionadas por el devenir económico y prestacional, que llevan al alumno a decantarse por opciones presuntamente ligadas a su bienestar material futuro. "Una educación manipulada pretende deteriorar nuestra mente", afirma el pensador, amante de los clásicos y también miembro de la RAE, además de añadir: "Mucho más importante que aprender es aprender a pensar".

Cuando tanto y tan importante es lo que está en juego, polémicas tales como el carácter público o concertado de un determinado centro parecen de escasa relevancia. Muy al contrario, lo que debieran ser aspectos cruciales de la educación apenas si tienen una presencia tangencial y decorativa que no traspasa los límites de una mera declaración de intenciones, ligada a la implantación de cada particular modelo didáctico impulsado por los políticos de turno. Escritora