El último eurobarómetro confirmaba que España es uno de los países más europeístas. El 88% de sus ciudadanos se sienten muy ligados a la UE, el segundo valor más alto tras Luxemburgo (90%) y muy por encima de la media del conjunto de países (70%), lo que puede explicar el escaso hueco que encuentran las ideas o iniciativas euroescépticas. El mismo sondeo dice también que confiamos más en las instituciones supranacionales, incluida la ONU, que en nuestros propios partidos políticos, Gobierno y Parlamento nacional, algo sobre lo que habría mucho que reflexionar.

La relación con Europa de los últimos años ha tenido dos vertientes bien marcadas. Por un lado, el seguidismo incondicional a lo López Vázquez («un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo...») de Rajoy hacia Merkel, fiel al estilo PP de culto acrítico al líder o lideresa, sea el que sea mientras lo sea. Y por otro, el ventajismo de poner solo el foco en los datos de crecimiento macroeconómico general al tiempo que se dejaba de lado la letra pequeña pero fundamental de las recomendaciones que llegaban desde Bruselas, en materias como la temporalidad del empleo que afecta a la productividad, el aumento de la desigualdad social o la escasa atención e inversión en I+D+i.

Ahora parece que el panorama ha cambiado. La rápida respuesta al drama del Aquarius no hace sino reflejar la sensibilidad de los españoles ante el problema de la inmigración (el mismo eurobarómetro indica que la valoración positiva hacia personas de fuera de la UE es del 58%, mientras la media comunitaria es de apenas un 39%), algo que Pedro Sánchez ha sabido canalizar y además, adornar con una visita al Elíseo ayer mismo. Todo, aderezado por la clara apuesta de la ministra Teresa Ribera por las energías renovables, algo que ha gustado mucho en Europa.

Está claro que el nuevo Ejecutivo, más técnico que orgánico, no ha perdido ni un minuto en refrendar un compromiso muy activo con la causa europea, empezando por los nombramientos de referentes como Josep Borrell o Nadia Calviño. Con todo, no está de más evocar la soez pero gráfica llamada a la prudencia de Mister Wolf en Pulp Fiction y recordar que también ZP se estrenó sacando las tropas de Irak y terminó su mandato indultando en el último minuto al banquero Alfredo Sáenz y condecorando a Durao Barroso, anfitrión de la infame cumbre de las Azores. La política, como el fútbol, no es solo como empieza. H *Periodista