En esta recta final de las comparecencias en la comisión parlamentaria investigadora del 11-M, los platos fuertes han quedado para el final, como no podía ser de otro modo: Los exministros Acebes, Zaplana y Palacio, por el PP, y los actuales hombres fuertes del PSOE gobernante, Pérez Rubalcaba y el titular de Interior, José Antonio Alonso. Hay pocas dudas sobre la brillantez de la intervención de Acebes: bien preparada ella, la intervención, y bien atildado él, el exministro, superaron incluso la gran prueba de la resistencia física: diez horas de responder a los adversarios políticos pretendieron dejar tras de sí la idea de la eficacia en los días de la tragedia. Un imposible metafísico, por cuanto el gol del pavoroso atentado con casi doscientos muertos lo encajó su departamento, después de que durante toda la campaña electoral se vanagloriara de haber efectuado una lucha sin cuartel y de la mayor eficacia contra el terrorismo. Acebes también quiso dejar infinidad de dudas sobre la eficacia de quien le sucedió en ese departamento: Alonso no ha continuado su política de ir contando a la opinión lo que, a su vez, le relataban los mandos policiales, en ocasiones, cada dos o tres horas. Zaplana, no cabe duda, es muchísimo menos creíble y fiable. Dio respuestas de cartón piedra, perfectamente previsibles. Y Ana Palacio sintetizó su tarea ministerial: apenas llegó a enterarse de lo que se responsabilizaba por razón de su cargo. Ya se sabe que cada personaje debe arrastrar sus propios hechos y los que se le atribuyen.

*Periodista