En plena campaña electoral, los datos de la última Encuesta de Población Activa (EPA), correspondiente al primer trimestre del año, proporciona munición a todos los partidos. Sube el paro (50.000 parados más) y baja la ocupación (100.000 ocupados menos), algo normal en un primer trimestre, y más este año, en que la Semana Santa cayó en abril. Sin embargo, la creación de empleo a largo plazo se mantiene y alcanza niveles no vistos desde el 2007, lo cual indica que el mercado laboral resiste a la desaceleración de la economía. Los datos asimismo indican que la tasa nacional de paro es del 14,7%, mientras en Aragón, con un 10,5% de desempleo, se ha reducido la lista en 4.300 personas y ha situado a la comunidad en la tercera tasa más baja de España, detrás de Navarra y País Vasco. Y todo con un número de ocupados, 19,5 millones, es el mayor en 11 años. Datos agridulces que permiten al Gobierno expresar su satisfacción porque «no hay claro signo de desaceleración en la creación de empleo», en palabras de la ministra de Economía, Nadia Calviño, que expresó su la confianza de que la tasa de paro a finales de año ronde el 14%, muy lejos del 26% que hubo en lo más crudo de la crisis pero aún demasiado elevada.

Los datos de la EPA son una radiografía del complejo momento económico con los partidos enarbolando en campaña sus propuestas económicas. En este terreno, los planes de los bloques de derechas y de izquierdas también están muy marcados, acorde con un momento político tan polarizado. El PP y Cs hacen bandera de la rebaja de impuestos, con especial hincapié por parte del partido naranja en los autónomos, mientras que el PSOE apuesta por limar los aspectos más controvertidos de la reforma laboral y Podemos apuesta por incrementar el IRPF de las rentas más altas. Gane quien gane, se encontrará con enormes retos que no suelen tratarse en profundidad. La situación es muy compleja. El tono bronco impide un debate económico que debería centrarse en reducir la galopante desigualdad; impedir que la desaceleración frene la frágil recuperación, robustecer un mercado laboral precario, la temporalidad y los bajos salarios y pactar una forma de garantizar el poder adquisitivo de las pensiones. En un contexto global tan incierto y con el papel de Europa muy cuestionado, son temas de calado que quedan sepultados entre el ruido y la furia.