Las encuestas ya comienzan a burbujear lo que la calle siente ante el 10-N. A grandes rasgos coinciden con lo que los analistas vaticinaban: sube el PSOE, pero no mucho; crece el Partido Popular, el que más, pero sin exagerar; cae, bastante, Ciudadanos y Unidas Podemos pierde un poco. Vox reduce sus apoyos, pero se mantiene. No son más que sondeos, claro, y faltan casi 50 días para contar las papeletas y demasiadas incertidumbres que atravesar en clave interna, desde un posible efecto Errejón, la tensión que genere la sentencia del procés, la propia dialéctica de los actores políticos y de los imprevistos en la nueva carrera electoral.

Un oleaje que puede variar lo que a día de hoy aparece como una repetición de lo mismo, con los bloques moviendo escaños entre ellos. Aunque en ese movimiento a lo mejor se crea una suma que ya no es de bloques, entre PSOE y Cs. Pero esa posibilidad, tan del gusto de los círculos empresariales, exigiría que los líderes de ambos partidos frenaran su antagonismo o que le costara el puesto al de la formación naranja. Además se resentirían los gobiernos en las comunidades y ayuntamientos que Cs comparte con PP y Vox. Pero todo cabe.

Mientras tanto, la ministra de Economía en funciones, Nadia Calviño, admite un otoño complicado, pero sin alarmismo, curiosamente, similar al mensaje lanzado por la consejera aragonesa Marta Gastón. Sutiles advertencias con el imprevisible brexit a la vuelta de la esquina, las tensiones comerciales internacionales desbocadas, y el precio del petróleo subiendo el 14% en solo una semana. Ahora, por lo visto, no hay que pensar en eso, hay que centrarse solo en votar. A partir del 11-N, entonces sí. Ya nos lo explicarán con pelos y señales.