Los altos directivos del Banco Central Europeo suelen ser altos ejecutivos procedentes casi siempre de las más conspicuas entidades financieras (Goldman Sachs, Deutsche Bank...) o de auditoras globales y grandes agencias de calificación. Se supone que eso da al regulador del euro independencia (¿política?, ¡ja!)) y solvencia profesional (a la hora de proteger los adecuados intereses, por supuesto). Pero nuestro Guindos, ¡ay!, ha sido (es aún) ministro, y eso podría empañar su limpia imagen de banquero, que fue representante en España de Lehman&Brothers, el detonador de la gran crisis del 2008. Pese a todo, supongo que le darán la vicepresidencia del BCE porque es cargo público en un gobierno convenientemente conservador. Y eso...

España no para de mandar a las instituciones europeas personajes más bien atípicos. Quizás no seamos los únicos. Siempre se podrá decir que países de mayor tradición democrática también lo hacen. Pero pocos perseveran como este Reino de nuestros pecados. Colamos al frente de la Comisaría de Clima y Energía a un tipo como Arias Cañete, relacionado con inadecuados negocios petroleros e impulsor (cuando fue ministro español de Agricultura y Medio Ambiente) de un Plan Hidrológico contrario a la directiva europea en la materia. Hemos ofrecido al Tribunal Europeo de Derchos Humanos a la catedrática zaragozana María Elósegui, señora amable y bien dispuesta, pero que no tiene empacho en considerar la homosexualidad como una patología que solo precisa el adecuado tratamiento, y además ha retocado su currículo atribuyéndose méritos que numerosos testigos desmienten.

Así que Guindos, la verdad, tampoco tendría por qué llamar la atención. El Reino de España lleva un tiempo arruinando su relato (el de la Transición modélica, la democracia de calidad y el milagro económico) para aproximarse otra vez al club de los estados enfermos de Europa. Para redondear la jugada, Puigdemont también aterrizó en Bruselas donde da que hablar con sus peculiares delirios. Marca España, oye. HSFlb