La saturación informativa producida por el anuncio de abdicación del Rey, ha eclipsado el informe y recomendaciones del Consejo de Europa relativos al programa nacional de reformas (PNR) de 2014 y al dictamen del consejo sobre nuestro Programa de Estabilidad 2014/17 presentado el pasado día 2 de junio.

Tras poner en cuestión el escenario macroeconómico en el que se apoyan las previsiones del programa de estabilidad por una sobreestimación del crecimiento y las dificultades de ajustar el déficit y la deuda, se hace una serie de recomendaciones, con el denominador común de más recortes y más contrarreformas. Estas pasarán por incrementar los impuestos sobre el consumo (aumentando el IVA de los carburantes y medio ambiente) rebajar cotizaciones a empresas, abaratar aún más el despido, endurecer las prestaciones por desempleo (la cobertura actual de desempleo apenas llega al 58% de los parados, en diciembre del 2011 estaba en el 68%), precarizar más el empleo existente (los contratos fijos en el sector privado apenas llegan al 50% del empleo mientras los de tiempo parcial crecen en un año 5 puntos situándose en el 23%), reducir los servicios públicos (antes de febrero del 2015 deben rebajarse los gastos en todos los niveles de la administración), seguir bajando los salarios, hacer una reforma fiscal antes de finalizar 2014 y completar la del sector de cajas de ahorro.

Tanto el análisis como las recetas, mantienen el mismo objetivo, tutelar la evolución económica del país en base a la austeridad y la devaluación interna, aunque nos siga llevando a más regresión social y más desigualdad. ¿Cuando aparecerán Cristóbal Montoro con las tijeras y Fátima Báñez con el BOE limitando las percepciones del desempleo y abaratando más el despido? A pesar de ello, el PP sigue con su campaña de prestidigitación y propaganda; el pasado lunes, Luisa Fernanda Rudi, engañándose a sí misma, afirmaba durante la visita a una empresa "las consecuencias positivas de las reformas, unidas al impulso de empresas y empresarios son ya evidentes y palmarias". No es aceptable la provocativa y obscena publicidad de la recuperación económica cuando la propia Comisión Europea manda hacer más ajustes, duda de nuestras cuentas y pone en cuestión la credibilidad del crecimiento; pero todavía es más incomprensible tales afirmaciones cuando Aragón tiene 148.000 parados según la EPA del primer trimestre del 2014, 36.000 más que en 2011 y 40.000 ocupados menos, una deuda pública incrementada un 60% (5.369 millones) y una renta disponible bruta con 250 euros menos.

Lo evidente es que somos más pobres, la cohesión social se ha roto y las desigualdades aumentan; la bonanza que transmite nuestra presidenta choca con la expresada en el CIS de abril donde el 85,2% de los encuestados perciben la situación económica como mala o muy mala, un 17,5% ve muy probable pasar al desempleo en los próximos doce meses y el 60,2% de los parados considera muy difícil encontrar trabajo en un año.

¿Qué queda del discurso de investidura basado en el rigor, gestión cualificada, transparencia, profesionalidad, rentabilidad de los recursos y buena administración? Recortes en educación, sanidad, políticas sociales, dependencia, vivienda, juventud... Pero sobre todo queda pobreza y más endeudamiento; la deuda pública acumulada por este Gobierno, hace que a cada aragonés nos repercuta en más de 1.500 euros .

¿CÓMO ES POSIBLE que con semejante gestión el PP aragonés haya ganado las elecciones europeas con resultados por encima de su media? Sin duda la concentración del voto de la derecha en una sola sigla, unida a la baja participación y los desaciertos de la oposición habrán contribuido a ello. Basta hacer un seguimiento de los renuncios del líder de la oposición en este último trimestre para comprenderlo. Aplaudió la realización de primarias en el PSOE y las presentó como prueba del compromiso con los ciudadanos, para no hacerlas cuando le tocaban. Puso en duda la elección del secretario general por voto directo de los afiliados al no contemplarse en los estatutos, para aplaudirlo cuando era cosa hecha. Fue fan de Susana Díaz como secretaria general para quedarse sin referente tras la renuncia. Hizo del republicanismo de salón bandera, para arriarla en cuanto se produjo la abdicación y la ley se votaba en el Congreso. Diluye los 92.000 votos perdidos en la hecatombe general del PSOE y mira para otro lado cuando otros secretarios generales dimiten.

Decía Susana Díaz en la Cadena Ser el pasado lunes, que le preocupa que "los ciudadanos no nos reconozcan cuando nos miran al PSOE"...