Hace ya muchos años que la Semana Santa en Aragón alcanzó un punto de equilibrio cuasi perfecto entre fervor religioso, expectación popular y afluencia de turismo. Todo cabe y todo se respeta. En este aspecto, la población aragonesa puede presumir de haber sabido evolucionar con los tiempos sin dejar atrás el peso de tradiciones muy arraigadas. Solo queda esperar que este año, siguiendo la línea de los últimos, se dé también un paso más.