Casi en el mismo momento en que el helicóptero jordano despegaba para sacar a Yasir Arafat de su prolongado asedio en Ramala, los cielos se abrieron y descargaron un chaparrón. Los ansiosos palestinos aún lo parecían más. Las primeras lluvias de la temporada, normalmente recibidas con alegría, se percibieron como un mal augurio. En algunas tradiciones locales, cuando se marcha un huésped inoportuno y no se espera que vuelva, sus anfitriones rocían agua por donde ha pasado.

El pasado fin de semana, Mahmud Abbas --durante mucho tiempo número dos de la OLP-- se sentó por primera vez en la cabeza de mesa de una reunión de la Ejecutiva de la organización.

Al lado de Abbas (más conocido como Abú Mazen) se había dejado un asiento simbólicamente vacío. Arafat se había negado rotundamente a dejar instrucciones sobre cómo debían funcionar en su ausencia los organismos palestinos que encabeza.

Estas impactantes imágenes han sido transmitidas a un mundo convencido de que cuando Arafat desapareciera definitivamente todo cambiaría y se desataría el caos entre los palestinos, y entre ellos y los israelís.

La atención de ambos pueblos se centra en el después de Arafat. Pero esta imagen es verdaderamente equívoca. De hecho, ambos pueblos ya están en plena era pos-Arafat desde hace bastante tiempo. Gracias a su habilidad, Arafat no ha sido personalmente tan irrelevante como el primer ministro israelí Ariel Sharon y la Administración de Bush pretendían. Pero se ha visto literalmente acorralado por Sharon y obligado a dejar hacer.

ES EVIDENTEque Arafat ha sido el poderoso símbolo de la lucha nacional palestina. Lo seguirá siendo incluso después de muerto. Los dirigentes palestinos, ansiosos por disipar la preocupación internacional y regional, mantienen que las estructuras y las instituciones están preparadas para una transición tranquila. Efectivamente, lo están. Y podría ser una transición incluso demasiado tranquila: todo puede quedar igual que antes, constreñido por el símbolo Arafat. En privado, los palestinos hablan de una necesidad urgente de unidad. Y la principal fuerza de unificación de los palestinos sigue siendo el mito encarnado en Arafat. Parece que la única vía para que el sucesor adquiriera legitimidad sea mantenerse fiel a este mito.

En el otro lado, el credo de Sharon ha evolucionado durante los tres años en los que Arafat ha estado atrapado en su destartalado cuartel general de Cisjordania. Al principio, el líder israelí parecía decidido a "desembarazarse" de manera definitiva de Arafat. Pero aunque jugaba con esta idea, Sharon adoptó finalmente la estrategia de reducir a la impotencia a su enemigo declarado.

Ya han aflorado señales de la era pos-Arafat, la denominada batalla por la sucesión, bajo múltiples formas, especialmente en Gaza. Indudablemente Sharon se asegurará de que ninguna de estas batallas se agrave más allá del caos organizado en el que Arafat era un maestro. En todo caso, ésa es la responsabilidad del ocupante. Su deber y su carga.

Para Napoleón, los mejores generales eran los generales con suerte. Sharon parece decidido a demostrar que la tiene con su estrategia de retirada. El repentino agravamiento del estado de Arafat, apenas 24 horas después de que el primer ministro ganara una votación en la Knesset en apoyo de su plan unilateral de retirada, le fue propicio. Si las cosas hubieran sucedido de manera distinta, hoy Sharon estaría en un grave compromiso frente a quienes creen que todo debía cambiar en ausencia de Arafat. Algunos le han sugerido que ahora puede reconsiderar su retirada de Gaza y de una pequeña parte de Cisjordania. Sharon puede hacer caso omiso porque ya tiene el voto de la Knesset en el bolsillo. Pero sobre todo porque el unilateralismo y la retirada de Gaza son la estrategia de Sharon, no simplemente una táctica pensada para evitar a Arafat.

La retirada de tropas no fue concebida porque Arafat no era un interlocutor palestino válido, sino porque el líder israelí no quiere ser interlocutor de los palestinos.

SOLO HAYun comodín que pueda alterar la jugada que siempre ha tenido en la mano Sharon. La política que adopte EEUU. Buenos conocedores de los procesos de paz en Oriente Próximo, piensan que con Arafat al margen podría haber una verdadera posibilidad de empujar a sus sucesores en una dirección que permitiera la resurrección de la Hoja de ruta para la paz orquestada por EEUU. La región parece estar preparándose para otra coyuntura crítica. Está a la espera de qué dirección tome la estrategia de EEUU en una era pos-Arafat. ¿Mantendrá la Casa Blanca su compromiso con la Hoja de ruta, o continuará alineada con Sharon?

*Firma también este artículo Pierre Klochender. Son corresponsales en Jerusalén y realizadores de documentales.fInternational Herald Tribune.Traducción de Xavier Nerín.