En el PSOE zaragozano anda la cosa revuelta. No por nada especial, sino porque estamos a un año de las próximas elecciones autonómicas y municipales, y ya hay candidaturas en disputa abierta, empezando por la que peleará por el ayuntamiento de la capital. En otros partidos la procesión va por dentro; pero va.

Se ha puesto muy jodido esto de ser candidato. Para empezar te tienen que poner en la correspondiente lista los jefes del partido o la militancia convocada a primarias, que a su vez suele tirar por donde le marcan esos mismos jefes. Pero claro, tampoco puedes conformarte con que te pongan en un puesto que no sea de salir seguro, y esos son muy pocos en cada caso. Desde que el voto se ha dividido en múltiples opciones, ni siquiera las marcas más reputadas (pongamos el PP) tienen nada seguro. No está claro si, en el caso de ZeC, Santisteve y sus concejales (quienes no parecen haber tenido suficiente con los coscorrones y zancadillas que les han administrado en estos tres años) deberán someterse de nuevo a primarias; pero en tal caso veremos cómo queda la cosa si la participación baja de manera notable respecto a la del 2015.

Todo esto es muy duro. Hubo una época dorada en la que los partidos podían anticipar con bastante precisión el número de aspirantes a diputados o munícipes que meterían en las Cortes de Aragón y los ayuntamientos o diputaciones provinciales. Ahora solo los optimistas se atreven a predecir resultados.

Zaragoza se va a poner al rojo vivo conforme cada formación albergue un disputa interna por entrar en las listas y otra externa contra todas las demás. A ZeC le van a llover chuzos de punta, aunque quizás eso le permita reducir los daños, porque al menos se estará dando a entender. Por contra, el PP, azote constante de los comunes, corre el riesgo de estar trabajando, con tantos afanes y tantas denuncias... a favor de Ciudadanos. El PSOE, en cualquier caso, juega una difícil partida contra su destino. A pesar de lo cual son muchos los que quieren entrar en ella. Que será duro... pero mola.