La descomposición del PP irreversible hubiera supuesto hace unos años para las izquierdas españolas una situación muy ventajosa para acceder el poder. Para evitar tal hecho los grandes poderes económicos decidieron apoyar a Cs para recoger los votos descontentos del PP. Y la jugada fue perfecta, ya que según las encuestas cocinadas, Cs se ha convertido en alternativa de gobierno. Mas, tal partido es un paradigma político de gatopardismo, aparentar cambiar para que todo permanezca igual. Cualquier ciudadano informado de la actividad política tiene que apercibirse de esta realidad: el partido de Rivera representa lo mismo que el PP, no en vano, apoya al gobierno de Rajoy en lo fundamental en la actividad parlamentaria durante esta legislatura: para evitar la rectificación de las medidas del PP en la legislatura anterior: la LOMCE, la Reforma Laboral, La ley mordaza, la no revalorización de las pensiones en función del IPC, etc. Por supuesto apoya los Presupuestos. Eso sí, Rivera trata de marcar diferencias con 4 frases hechas de regeneración democrática, lucha contra la corrupción, etc. E incluso en algunos aspectos sobrepasa al PP por la derecha, como en su visión uniforme y centralizadora de la cuestión territorial. ¡Vaya solución para el problema catalán!

Advierte Iñigo Errejón. «Si las fuerzas progresistas en España no aprenden a desarrollar un tipo de competición virtuosa, lo pagarán. Y lo pagarán todas», apunta. Lo ejemplifica en lo que ocurre entre Cs y el PP. «No les desgasta. Y mientras compiten, derechizan la agenda. Es una competición en la que los dos ganan», zanja.

Desenmascarar el programa de Cs debería ser la primera e ineludible tarea de las izquierdas, del PSOE y Podemos, si quieren llegar al poder. No será fácil, ya que poderosos medios de comunicación son auténticas oficinas de prensa de Cs.

Además las izquierdas deberían alcanzar un pacto. Complicado, ya que tanto el PSOE y Podemos están minados por fuertes desavenencias internas. ¿Cómo van a pactar con otras fuerzas políticas, si antes no resuelven sus fracturas internas? Tampoco es novedad la desunión de las izquierdas, tal como nos enseña la historia. No tienen una fuerte tradición de pactos, y algunas izquierdas tienen incluso más costumbre de pactar con la derecha que con otras ramas de la izquierda. La polarización de las izquierdas llega a veces al punto de que una rama de la familia de las izquierdas ni siquiera reconoce que la otra pertenece a la misma familia. Para Errejón: «Seguramente el rasgo más distintivo de quienes se reivindican de izquierdas es la cantidad de tiempo, energías y salud que gastan en definirse, reivindicarse y batallar con otros por el título», por enarbolar esta bandera. «La izquierda podría así definirse como aquel colectivo que fundamentalmente discute sobre la izquierda», ironiza el dirigente morado. Además como la izquierda ha interiorizado el estar en posesión absoluta de la verdad, piensa que esta tarde o temprano será asumida por la sociedad y se implantará inexorablemente a nivel político. Craso error. De nada sirve creer el tener la verdad, si la sociedad no la asume, no puede incidir en el cambio político. Esa soberbia de la izquierda, de tener el monopolio de la verdad, tiene otra consecuencia muy negativa, cual es la rigidez para llegar a acuerdos y compromisos o a adaptarse a situaciones cambiantes. Con la verdad no es lícito transaccionar ni ser flexible: la verdad se realiza. Este moralismo ha dado lugar a que la historia de la izquierda, por bellas que sean sus ideas, sea también un largo camino de sectarismo y purgas.

Ese pacto entre PSOE-Podemos no es una utopía. En algunas comunidades se ha alcanzado con resultados muy positivos: en Aragón, Valencia, Castilla la Mancha… Y en Portugal. Obviamente ese pacto tiene que ir con un programa. Un buen referente podría ser el del Partido Laborista, de Jeremy Corbyn, que supuso un extraordinario avance electoral en las elecciones generales de junio pasado, producto de una gran implicación de la militancia del partido, del movimiento sindical y de la juventud. John McDonnell, portavoz de Economía y mano derecha de Corbyn, lo expresó muy claro: «En este partido ya no hay que susurrarlo: se llama socialismo». Sus principales propuestas: la renacionalización de los servicios públicos, como los ferrocarriles, la energía, el agua o el correo, el freno al proceso de privatización del Servicio Nacional de Salud (NHS) y del sistema escolar, la abolición de los aranceles de inscripción en la universidad y un aumento significativo de los subsidios sociales. Impuestos progresivos. En definitiva, toda una clara ruptura con la tercera vía del Nuevo Laborismo de Tony Blair.

Además hay dos razones para justificar este pacto de las izquierdas, según Boaventura de Sousa Santos. La agresividad de la derecha en el poder en los últimos años ha sido tan brutal para los derechos de ciudadanía y para la credibilidad del régimen democrático que las izquierdas deberían estar convencidas de que lo que está en juego es la supervivencia de la misma democracia. Y también para atenuar el miedo y devolver alguna esperanza a las clases populares, al mostrar que el derecho a tener derechos es una conquista civilizatoria irreversible.

*Profesor de instituto