Exquisito. Dícese de esa persona que tiene un "extraordinario gusto". Eso dice la RAE. Pero el vicepresidente de la CEOE, José Vicente González, ha tuneado la palabra para señalar a los parados. Su desafortunada expresión, ésa en la que asegura que no se puede hablar de salarios basura porque la situación "no está para ponernos exquisitos", no me sorprende. Al contrario, va en la línea de las embestidas que han sufrido los parados españoles en los últimos meses por parte de la cúpula empresarial. No hace ni quince días que la presidenta del Círculo de Empresarios, Mónica de Oriol, atizó a los jóvenes parados sin formación. "Te obligan a pagarles aunque no valgan para nada", ése fue su brillante argumento para defender la reducción del salario mínimo, pues eso, a la mínima expresión. Pero hace nada, esos jóvenes sí valían su peso en oro. ¡Bien que se les alababa cuando trabajaban en la burbuja de la construcción!

Por supuesto, la patronal de los empresarios ha pedido disculpas inmediatamente. Como lo hizo después de criticar los cuatro días de permiso por defunción "porque los viajes ya no se hacen en diligencia", como lo hizo tras pedir que se quitara la prestación a todo aquel que rechazara un trabajo, aunque fuera "en Laponia", como lo hizo después de afirmar que los desempleados encuentran "milagrosamente" trabajo justo antes de agotarse el subsidio.

La realidad dice otra cosa. La realidad dice que el Salario Mínimo Interprofesional es de 748 euros al mes --en doce pagas--, el más bajo de la UE después de Portugal y Grecia. En Francia es de 1.420 euros, y en Luxemburgo de 1.800, según recoge Eurostat. Y, ¡oh, sorpresa!, también dice que trabajamos más. Exactamente, 300 horas más al año que los alemanes o que los austriacos.

Y, pese a todo esto, ahora resulta que los desempleados son "exquisitos". Habrá de todo, por supuesto, pero la inmensa mayoría de los casi seis millones de parados si no trabaja es porque no puede. Y cuando uno lo encuentra, es temporal, a tiempo parcial y con un sueldo escaso. No lo digo yo, lo reconoce el ministro de Economía y también encuestas como el CIS. El vicepresidente de la CEOE sabe perfectamente lo que ganan los españoles, pero éstos desconocen el salario de los empresarios y las cuentas de la patronal porque rechazó someterse al régimen de la Ley de Transparencia. Esa transparencia sí que debería ser exquisita.

Periodista