Para Ivan Krastev y Stephen Holmes en 'La Luz que se apaga. Cómo Occidente ganó la Guerra Fría pero perdió la paz', ya hace unas décadas, los no estadounidenses asumieron que la expansión del inglés suponía que los valores estadounidenses estaban conquistando el mundo. Philippe van Parijs, en su teoría de la justicia lingüística, habló de un impuesto a las comunidades anglófonas, para subvencionar el costo del aprendizaje del inglés en las no anglófonas, ya que los hablantes de inglés tenían grandes beneficios por haber tenido el inglés como lengua materna.

Es cierto que el inglés estadounidense funciona como «idioma de reserva mundial», lo que supone para los estadounidenses una ventaja en todo intercambio. No obstante, desde que los Estados Unidos es la sede de la inestabilidad mundial, que el inglés suponga una ventaja para sus hablantes nativos es cuestionable. Los estadounidenses están orgullosos de que muchos quieran aprender el inglés, pero es cada vez más evidente que en un mundo interconectado, la difusión global del inglés supone frecuentemente una desventaja competitiva para ellos, y todavía más una amenaza estratégica para la seguridad del país.

Los estadounidenses están menos motivados por aprender idiomas que los que no lo son. En la encuesta Gallup, solo una cuarta parte pueden conversar en otro idioma distinto al inglés. De esa cuarta parte, el 55% son hablantes de español, que para muchos de ellos es su lengua materna y no su segunda lengua. Están a la cola mundial en cuanto a su capacidad para hablar una lengua extranjera.

Que el país más poderoso ocupe tal lugar en esta cuestión tiene secuelas negativas. La desproporción entre los estadounidenses monolingües y aquellos cuyo idioma materno no es el inglés, pero que lo hablan con fluidez, es una de las asimetrías de poder más importantes en un mundo en el que la educación es clave para la movilidad social y la adaptabilidad al cambio. Según Amin Maalouf, «siempre será una gran desventaja no saber inglés, pero también y cada vez más, saber solo inglés». Con una cultura mediática provinciana y sin capacidad de entender otras realidades complejas que proporciona el aprendizaje del idioma, los estadounidenses están cada vez más desconectados de otros mundos. La visión del mundo que tienen sus élites diplomáticas, económicas, mediáticas y académicas es cada vez más parcial.

Durante el apogeo de la democracia liberal occidental, Estados Unidos, y Europa Occidental, algo menos, por su literatura, su música, sus películas, sus programas de televisión sus industrias y sus universidades más prestigiosas, fue el modelo cultural para el resto del mundo. La difusión del inglés, así como la cultura estadounidense sitúa a sus ciudadanos en un escaparate.

El mundo conoce a Estados Unidos mucho mejor que este a aquél. Por ello, ¿quién tiene más capacidad de manipular y sobreponerse a quién? Todo el mundo está al tanto de la política estadounidense. Y esto es una gran ventaja para las potencias extranjeras, como Rusia o China, si deciden intervenir subrepticiamente en la política estadounidense.

Mientras que los ciudadanos de otros países saben mucho sobre los estadounidenses, estos apenas saben cómo viven o piensan los del resto del mundo; tienen una idea muy vaga sobre los conflictos políticos de otros países. Esta enorme asimetría comprensiva genera una vulnerabilidad estratégica. Cuando WiKileaks publicó los mensajes secretos del Departamento de Estado de Estados Unidos fue una noticia internacional. Sin embargo, los mensajes diplomáticos chinos filtrados hace unos años, aunque de gran interés, no se convirtió en noticia internacional ni supuso un duro revés para la política exterior china, porque muy poca gente puede leer en chino con fluidez, excepto los chinos.

Puede que Estados Unidos tenga una importante ventaja militar sobre China, pero la asimetría que supone el que la cultura y la política del primero sean trasparentes, mientras que las de China sean opacas, plantea serias dudas sobre la ventaja de aquel en las disputas comerciales. Los chinos saben cómo infligir daños en lo económico y militar.

Aunque el inglés como lingua franca mundial daba la impresión de ser un ejemplo típico del poder blando de los Estado Unidos, ahora parece que su poder económico y militar se está debilitando por su analfabetismo cultural, por su indiferencia provinciana, y por su desinterés por todo lo ajeno. El problema se acentúa ya que los especialistas del Departamento de Estado que conocen otras lenguas y otras culturas son marginados por los pesos pesados del Departamento de Defensa, ignorantes al respecto.

La falta de conocimiento del idioma, la historia y la política de otras naciones propicia la desconfianza y el miedo ante lo que se comprende vagamente. La incapacidad para comprender cómo piensan los otros dificulta la acción estratégica, puesto que esta requiere la capacidad de anticipar la posible reacción del otro. Para el Gobierno de los Estados Unidos es imposible influir en el desarrollo de otros países, mientras sus ciudadanos sigan incapacitados por su monolingüismo, así como por sus anteojeras culturales totalmente anacrónicas en un mundo global.

Como conclusión, Estados Unidos se ha mostrado de par en par, lo que convierte al país monolingüe en un blanco fácil para los atacantes foráneos multilingües.

*Profesor de instituto