Se van las mañanas ateridas, arrecia la escarcha, los abuelos toman el sol parapetados tras los cristales de la paradas de bus, que siempre dejan pasar un filo de viento, como a mala idea. Reaparece Paco Paesa, que por lo visto es el único que sabe la historia reciente de España, o uno de los pocos. La vida de este espía vivaracho, mayorista de armas, escapista consumado, diplomático, desvalijador del esmirriado banco de Guinea... da para una trilogía, si es que el cine sale de su letargo. Paesa es el pícaro consumado, el rey del cambalache y la cumbia, el que presuntamente se llevó la pasta que había guindado Roldán a los huérfanos de la GC. Luego que salen a cazar sarrios. Es por el estrés. Cuanto más prohibido está, más les apetece. El nefasto del balasto estaba de cacería cuando al Prestige se le salió el manchurrón. El que tiene que velar por la fauna pega un tiro de vez en cuando. Qué suculenta tentación.

Se puede aventurar una España ya definitivamente aseada, mineral, con corridas de toros clandestinas y cacerías exquisitas. Bueno, ésas ya existen. Hay fincas inexpugnables, fincas vigiladas por los mismos vecinos, que forman un cinturón sanitario, fincas de la España recóndita a donde acuden a cazar y a folgar las más excelsas fortunas y los bonvivants globales, como este Paesa, Paco, que acaba de resucitar justo cuando se le extingue la orden de busca y captura. El I+D de la vasta España interior se basa en importar remesas de urogallos clonados, osos asmáticos de feria y otras especies ya exóticas para que los fortunones globales, que se aburren a muerte, tengan algo turbio que contar, aventurillas semiclandestinas para endosar en los consejos de administración de esos lunes hastiados del imperio.

Bush padre ha estado por ahí mientras el hijo nos rodea por Marruecos. Habría que sacar un gráfico a colores de la endogamia cinegética de los consejos de administración. En Teruel hay una finca blindada a la que llegan los helicópteros de incógnito. La ruta del pim pam pum vertebra el espinazo hispánico, independientemente de quién moncloe. Todo en el canon de La escopeta nacional , que mantiene en el imaginario un hilillo conductor gracias a las aventuras, apariciones y desapariciones de Paesa, y también a las fotos de Roldán en el Intervíu con aquellos calzoncillos. Pobre osito.

*Escritor y periodista