Para los aragoneses que reclaman un estatuto con mayor techo competencial y un sistema de financiación más generoso, las cuatro cabezas que aparecen en su escudo desde hace cinco siglos no es prioritario. Y tampoco lo es para los aragoneses musulmanes que reclaman un trato más justo y más solidario por parte de las instituciones que se eternizan intentando legalizar la situación de éstos. Por eso el debate sobre las cuatro cabezas del escudo de Aragón es un debate estéril si se antepone a las verdaderas prioridades que tienen los aragoneses, entre las que figuran, precisamente, regularizar la situación de muchos inmigrantes.