En este periódico, el pasado día 30 una noticia titulada Las consecuencias del 26-M señalaba «El PP llamó a los medios para dejar constancia de esa primera reunión con su futuro grupo municipal, en la que impulsaba ese proyecto basado en el centroderecha, en la mayoría que salió de las urnas». Jorge Azcón hasta en veintiuna ocasiones se refirió así a una mayoría en la que entraría Vox, para él «ese partido que ustedes mencionan», respondía, o al que «la izquierda le gusta poner etiquetas», que a él no le gustan. Ni una sola vez dijo su nombre ni reconoció que sea la extrema derecha como hizo su propio líder nacional, Pablo Casado, o con los que la oscense Ana Alós, dijo que no se sentará a negociar. Hacerlo le separa del bastón de mando. La verdad desnuda puede producir daño a quien la profiere. Por eso son pocos quienes la dejan escapar de sus labios.

El texto es muy claro. No obstante, me genera cierta inquietud. ¿Por qué quien se postula para alcalde de mi ciudad no se atreve a nombrar a Vox? ¿Se le ha olvidado el nombre o hay alguna razón inconfesable? ¿Por qué no etiquetar a determinadas fuerzas políticas? Un partido político, si es democrático, tendría que etiquetar, definir y clasificar obligatoriamente a otro partido político, cuando este por su ideología suponga una más que posible destrucción de la democracia.

Yo sí que voy a etiquetar a Vox. Quien quiera conocer su ideología puede hacerlo en su página web www.voxespana.es. Hay un apartado programático con 100 medidas. Cito algunas. Eliminación del Estado de las Autonomías. Deportación de los inmigrantes ilegales. Plan Hidrológico Nacional. Liberalización del suelo. Derogación de la Ley de Violencia de Género y de la Ley de Memoria Histórica. Rebaja radical del Impuesto sobre la Renta. Aumento del mínimo personal y familiar exento a 12.000 euros. Tipo único fijo del 20% hasta 60.000 €, y solo al 30% a partir de tal límite. ¿Cómo se sostendrá el Estado de Bienestar? Pero hay otro aspecto que no aparece en su programa, cual es su añoranza del franquismo, como hemos comprobado en el juramento de sus diputados en las Cortes Valencianas «Por Dios y por España». En Noviembre de 2018, en una cena en un restaurante de la zona norte de Madrid capital se reunieron simpatizantes y posibles donantes de Vox para conocer el proyecto de mano del secretario general del partido, Ortega Smith. En la mesa presidencial: el actual diputado y número 2 de la formación junto a Jaime Alonso, exvicepresidente de la Fundación Nacional Francisco Franco, y el general Chicharro, actual presidente de la fundación en honor al dictador. Al término de la cena, una mujer se acercó a Ortega Smith y le entregó un ramo de flores rojas y las obras completas de José Antonio Primo de Rivera (JAPR). Después, Ortega Smith en su discurso dijo que para él JAPR es uno de los grandes hombres de la historia, un magnífico abogado, un magnífico patriota, un gran ideólogo político y que supo dar respuesta a las necesidades que se le requerían en aquel momento, que se enfrentó, como nos estamos enfrentando todos, a los enemigos de la patria. Los enemigos de la patria van cambiando de nombre y de formas, pero siempre son los mismos, los que vienen amenazando nuestra unidad y nuestra libertad.

A los demócratas nos debería preocupar la irrupción y crecimiento de fuerzas políticas antidemocráticas. A mí me ha preocupado extraordinariamente, por lo que en este periódico he publicado recientemente tres artículos de títulos muy claros: Cómo mueren las democracias; Lecciones frente a la tiranía; El peligro de ignorar la Historia.

Hay que insistir. La responsabilidad de cribar y marginar a los partidos antidemocráticos recae más bien en los partidos democráticos y en sus líderes: los guardianes de la democracia. ¿Cómo? Eludiendo toda alianza o pacto con partidos antidemocráticos. Tales alianzas o pactos son devastadores a la larga y benefician al advenedizo. Para Juan J. Linz en La quiebra de las democracias, la defunción de muchas de ellas puede deberse a la «afinidad mayor que un partido orientado al mantenimiento del sistema muestra con los extremistas que están a su lado en el espectro político que con los partidos moderados del sistema al otro lado del extremo». Aislar a los partidos antidemocráticos, en lugar de legitimarlos. Para ello, evitar actos que contribuyen a «normalizarlos», como los mítines conjuntos de los conservadores alemanes con Hitler en la década de 1930. Y cuando los partidos antidemocráticos se postulan como serios contrincantes electorales, los partidos democráticos deben forjar un frente común. De nuevo Linz, deben mostrar su «voluntad de unirse a grupos ideológicamente distantes pero comprometidos a salvar el orden político democrático». En circunstancias normales, esto es inconcebible. Los votantes de cada partido se enfurecerían. Pero, en circunstancias excepcionales, un liderazgo valiente pone la democracia por delante del partido.

Como vemos, para algunos la consecución del poder legitima todo. Mientras redacto estas líneas me vienen a la memoria unas palabras del conde Romanones, un ejemplo de profesional de la política en el sentido más peyorativo de la palabra: «Se necesitaría un libro para recordar las bajezas que he visto cometer para lograr una vara de alcalde, y no digamos una cartera de ministro».

*Profesor de instituto