Estaba previsto que entre el 2019 y el 2021 la tasa de pobreza femenina se redujera un 2,7%, pero las proyecciones de ONU Mujeres y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo estiman que aumentará un 9,1% debido a la pandemia y sus consecuencias. Unos 47 millones más de mujeres y niñas se situarán por debajo de la línea de pobreza disparando hasta los 435 millones el número total de las que vivirán en situación de pobreza extrema en el planeta. Estas cifras descomunales, difíciles de revertir, por no decir imposibles, en el horizonte 2030 no las suman solo regiones endémicas en desigualdad y pobreza.

El retroceso que las políticas de igualdad están experimentando en el mundo desde el estallido del covid-19 son un muro más que escalar. Da igual que la crisis sea energética, económica o sanitaria, la incidencia siempre es superior sobre las mujeres. Aunque seamos declaradas esenciales o quizá por eso.

Según un informe de Amnistía Internacional sobre el papel que está desarrollando la mujer frente al coronavirus, el 70% del personal sanitario son mujeres y precisamente por haber estado y estar en primera línea estas han resultado ser también las más contagiadas por la enfermedad: un 76%. No hay que olvidar en qué condiciones empezaron a luchar contra el virus, sin equipos de protección, con escasez de material...

Más profesiones esenciales: supermercados, donde el 84% de los empleados son mujeres; sector de la limpieza, con un 93% de presencia femenina en sus plantillas; hogares de mayores, en muchos de los cuales las cuidadoras se han visto obligadas a encerrarse con los residentes para evitar la propagación del virus; farmacias, con un 71% de mujeres, empleadas de hogar --en muchos casos mujeres inmigrantes, con poca remuneración y sin protección social alguna--.

Y como premio a estos desvelos, las mujeres son las más afectadas por el paro, también por la reducción de horas de trabajo, se ha multiplicado por tres el número de las que tienen empleos parciales, y han visto agrandada la brecha salarial con sus compañeros hombres retrotrayéndola al 2013. Si la diferencia de sueldo entre géneros en España es de 4.948 euros, en Aragón que siempre está en la media de todo, se ha elevado hasta los 5.475 euros.

Con este panorama ¿es para seguir reivindicando igualdad o no? A una semana de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer todavía hay gente que apoyaría que dadas las circunstancias sanitarias el 8-M fuera silencioso. Pues no debe serlo. Hay razones suficientes para seguir clamando por los derechos de las mujeres, con virus o sin virus. Eso sí, con responsabilidad.

En un año en el que hemos aprendido a hacer muchas cosas que ni en el mejor escenario hubiéramos imaginado, debemos echar mano de la creatividad. Coloreemos las mascarillas de violeta, tiñamos los balcones, nuestra ropa, pero no salgamos a la calle en masa. No demos argumentos a los negacionistas de esta lucha. Y sobre todo gritemos, más fuerte si cabe, que somos esenciales, pero no idiotas.