Primera dimisión de la era de Donald Trump. La dimisión de su asesor de seguridad nacional, el general Michael Flynn, era obligada, pero no elimina las sospechas que pesan sobre las relaciones entre la Administración de Trump y la Rusia de Vladimir Putin, originadas por la presunta implicación cibernética de Moscú en la campaña electoral y por el nombramiento de hombres de negocios que han mantenido estrechas relaciones con Moscú para altos cargos, como es el caso del empresario Rex Tillerson como secretario de Estado. Antes de Flynn, otras dos figuras muy próximas al presidente (una de ellas, su jefe de campaña) ya tuvieron que dimitir por la misma cuestión. En el caso de Flynn, la gravedad es mucho mayor por tratarse de un cargo ya nombrado con responsabilidad en una área tan delicada como es la seguridad nacional. Lo ocurrido ahora tiene otra derivada grave. Es la división y el pésimo ambiente que reina en distintos departamentos del Gobierno. Revela la debilidad de la presidencia y de una Administración en la que los funcionarios se ven enfrentados a cargos que han sido nombrados pese a que no reúnen los requisitos para su tarea. Esta primera dimisión de un personaje importante en el organigrama de la Casa Blanca no puede ser un caso aislado. Otras figuras deberían seguir el mismo camino.

España es, desde hace años, uno de los puntos de referencia internacional de la investigación médica contra el sida, y esa condición ha quedado ratificada con un muy esperanzador proyecto cuyos primeros resultados serán presentados este viernes en la Conferencia sobre Retrovirus e Infecciones Oportunistas que se celebra en Seattle, en Estados Unidos. Por primera vez en la historia de esta infección se ha conseguido frenar la replicación del virus durante más de cuatro semanas seguidas sin que los portadores tomasen ningún fármaco específico tras una combinación de un medicamento contra el cáncer y un prototipo de vacuna terapéutica que data del 2005. El objetivo es encontrar la plena y continuada eficacia de esa vacuna terapéutica, que sería el paso decisivo para poder aniquilar el sida del organismo de quien ha contraído la enfermedad. Hay que subrayar que esta importante aportación de investigadores catalanes proviene de centros en los que la sanidad pública y la iniciativa privada coordinan medios y esfuerzos, una fórmula que ha demostrado sobradamente eficacia cuando se trata de joint ventures en las que nadie actúa por una expectativa de lucro sino por solidaridad y beneficio social. El sida todavía requerirá una gran mancomunidad de esfuerzos, y nadie puede olvidar que la mejor política es la preventiva, pero los avances que aportan los tests españoles invitan al optimismo.