El año de pandemia ha disparado el género de la ciencia ficción. Que siempre ha estado ahí, como el registro imaginativo, cinematográfico y literario que es, pero ahora, me parece, más que antes, o más que nunca… ¿Por qué? Seguramente, por la necesidad de evadirse hacia mundos más atractivos o simplemente distintos a este nuestro que nos gusta bastante menos desde que no podemos viajar, trasnochar, abrazar cuerpos extraños…

Uno de los mejores especialistas en ci-fi, Pablo Sebastiá, ha dado rienda suelta a su imaginación en 'La tetera de Russell', una novela que hará disfrutar a los amantes del género y, en general, de la buena ficción.

Inspirado en una de las paradojas o juegos parabólicos del filósofo británico Bertrand Russell, este argumento impulsa su fantasía científica hacia bien pasada la mitad del siglo XXI.

Para entonces, podrían haber acaecido una serie de cambios drásticos transformadores de la manera de vivir sobre la Tierra. También habrá novedades en Marte, en cuya superficie se habrán instalado minas explotadoras de nuevos minerales y energías, con miles de trabajadores que no siempre resultarán indemnes cuando alguna explosión no detectada por los sensores sísmicos los sorprenda en sus puestos de trabajo, causando mortandades y pérdidas en la explotación.

Más seguros que antes serán, sin embargo, los transportes terrestres, a base de aerotransportes en deslizadores o tubos lanzadera de alta velocidad con propulsión de aire capaces de cubrir La Coruña-Cádiz en pocos minutos. Tales avances se habrán experimentado con antelación en el campo militar, contando, por poner un ejemplo, el nuevo imperio ruso con una división de aerotanques capaces de atravesar Polonia y plantarse en Berlín en menos tiempo del que se tarda en contarlo.

Curiosamente, ni el pasado ni todo lo anterior habrán desaparecido por completo. Los mendigos de la plaza Mayor de Madrid habrán sido ascendidos a la categoría de funcionarios públicos y ahí seguirán, recibiendo digna remuneración por su mendicante trabajo. Otros elementos tan típicos como el carajillo, la tortilla de patata o el lacón con grelos, declarados patrimonio nacional, se seguirán sirviendo en los restaurantes juntos a las algas y los bioalimentos.

¿Distopía o realismo futuro? En cualquier caso, una novela muy original.