Vuelve el bipartidismo, nos dicen los analistas, se acaban las aventuras políticas, los experimentos, las vanguardias, las utopías, y regresamos a la paleotransición: socialistas y conservadores, derecha e izquierda bailando como en la yenka, adelante, atrás, un, dos, tres...

España, nos guste o no, no es solar de reformas. La historia nos recuerda que las grandes revoluciones pasaron a nuestro lado sin que les hiciéramos mayor caso. La reforma protestante se encontró en pleno Renacimiento con la Contrarreforma española, y aunque Calvino y Lutero, Erasmo y Maquiavelo tuvieran seguidores en las universidades y cortes de Carlos I y Felipe II, la vieja España de Cisneros resistió con su teocrática monarquía.

Tampoco la Revolución Francesa invitó a emulación alguna a los españoles. Salvo una reducida élite de ilustrados, el pueblo salió a la calle a cortar los penachos a los húsares y los calzones a los mamelucos. José I no pasaría a nuestra crónica como el reformador de nuestro derecho, sistema político y educación, sino como Pepe Botella. Contra la herencia napoleónica y los liberales del Trienio se prefirió a los Cien mil hijos de San Luis y a Fernando VII. A lo largo del siglo XIX, el país mantuvo incólume sus dos partidos y su corona única, hasta aquella I República cuyos principios y decretos motivaron la rápida anulación de sus efectos, como igualmente sucedería con la segunda.

La Transición, empero, parecía pasar página, situarnos, esta vez sí, al frente de un movimiento reformista, de una lectura ejemplar de la nueva democracia parlamentaria... Hasta que el bipartidismo se rompió con la irrupción de Podemos y Ciudadanos y muchos pensaron se acabó, el sistema bipartidista ya era viejo y corrupto, ha muerto y aquí viene lo nuevo: cuatro, cinco, seis partidos pactando si pueden mayorías y gobernando si pueden con y para la suma de sus minorías... Hasta que hoy, mañana, de nuevo la contrarreforma para la última reforma, parálisis, retorno, vista atrás, congelación del cambio... Unidas Podemos y Cs que pierden fuelle y al caer con invertido impulso elevan a los dos de antes, al PSOE y al PP, para volver a mandar, repartirse instituciones y encuestas.

España, ¿cosa y casa de dos?