La intentona del presidente de la Generalidad catalana ha terminado motivando lógicamente, una sentencia del TC que declara inconstitucional y nulo el principio de soberanía que se atribuyó de manera gratuita y unilateral, el Parlamento de la comunidad vecina.

Es cierto que Cataluña "a lo largo de su historia" o más propiamente, en algunas ocasiones de ella, intentó autogobernarse pero es cierto también que nunca le fue posible porque, históricamente, dependió de los reyes franceses o de los de la Corona de Aragón y desde hace siglos forma parte relevante del Estado español; dispuso a veces, de la que ahora llamamos autonomía pero jamás llegó a constituir una unidad política soberana.

Cataluña cuenta hoy como el resto de nuestras regiones o nacionalidades, que las dos palabras significan lo mismo, con un régimen de autonomía que nunca tuvo en el pasado y que es muy superior, al que le confirió la II República.

Pero todos sabemos que autonomía no es soberanía y ahora ha tenido que declararlo así el TC saliendo al paso de los esfuerzos que el presidente de dicha comunidad autónoma (y representante del Estado en ella) viene haciendo para que aceptemos que esté en sus manos propiciar que Cataluña por su sola voluntad parlamentaria, pueda constituirse en Estado independiente. ¿Eso es verdad? No; constitucionalmente es falso.

Tal declaración de soberanía fue una simple boutade, una ocurrencia poco seria, por no decir ridícula. El 23 de septiembre del 2011, Mas anunció que quería convocar una consulta sobre la autodeterminación de Cataluña y añadió lo siguiente: "Lo normal es que se haga de acuerdo con las leyes y si no puede ser así, nos proponemos hacerlo igualmente". Edificante-

Ello equivale a decir que Mas aspira a la independencia a cualquier precio, sin que le importen las leyes, de modo que tampoco a los demás debería interesarnos que siga siendo presidente de una comunidad que conlleva secundum legem, la representación del Estado en aquella.

La sentencia del TC pone de relieve, acaso con demasiada finura y respeto al que tan mal acata la Constitución, que aquella declaración vulnera diversos preceptos de la misma y hasta otros del propio Estatuto de Cataluña; así, quebranta el art. 1.2 de nuestro texto fundamental: "La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan todos los poderes del Estado"; esos poderes no legitiman a comunidad alguna, para separarse del resto de España.

En el recurso que promovió ante el TC, la Abogacía del Estado mencionó además, otras previsiones constitucionales que tampoco permitirían aquella segregación, como la del art. 2 ("La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles-"), el art. 9.1 ("Los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico") y el ineludible Título X de nuestra Carta Básica que regula toda reforma constitucional que se intente, sin excluir por supuesto, la que se propusiera aquel presidente. Nuestro Alto Tribunal acaso ha sido algo tolerante con la autonomía catalana.

Se recibe la impresión de que desde Barcelona y aunque no, en absoluto, por unanimidad, se juega a la independencia que saben imposible, para conseguir al menos, un tratamiento individualizado que permita a esos dirigentes revoltosos, negociar solo con Madrid. Más no quiere café para todos y rechazaría sentarse con las restantes comunidades para decidir cuáles de ellas deberían quedarse sin café, algo que, si predomina el sentido común y no el oportunismo ocasional, es de esperar que se rechace- sin más.

El Gobierno del Estado español no podría asentir a la consulta ni expresa ni tácitamente, sin olvidarse de la Constitución. Imposible. Tiene razón la vicepresidenta del Gobierno central: este no puede autorizar lo que la Constitución no autorice. Opino que sería inicuo delegar en una comunidad competencias que la Constitución deposita sola y exclusivamente, en poderes generales del Estado.

Ortega y Gasset ya dijo en cierta ocasión, que los españoles teníamos que aprender a conllevarnos; aunque evidentemente, sean muchas más las analogías que las diferencias, unas y otras existen. En fin, "paciencia y barajar".