La Renta Mínima Vital va a llegar a dos millones largos de españoles, que la recibirán con los brazos abiertos. El PP no se ha opuesto a esta medida del Gobierno de Pedro Sánchez, aunque sí a algunos de sus trámites, módulos y vías de distribución.

Teme la derecha, aunque no lo diga, que todos esos españoles subsidiados por el también llamado ingreso mínimo pasen a ser votantes, sobre todo, de Pablo Iglesias, impulsando en consecuencia el proceso de socialización por la base a que parece aspirar Unidas Podemos. La izquierda niega estas acusaciones y remite las críticas a las estadísticas de pobreza severa en España, a esa otra y cíclica epidemia de parados de larga duración, etcétera. La renta mínima sería la única forma de paliar las necesidades de todos esos desheredados del Estado del bienestar que, naturalmente, se han apresurado a correr a las ventanillas de la administración pública para empezar a cobrar cuanto antes.

Sin embargo, en otros países, como Japón, por ejemplo, este tipo de ayudas oficiales, procedentes del Estado, son consideradas como algo deshonroso, un aprovechamiento ilegítimo, incluso un auténtico abuso por parte del beneficiario.

Así, el espíritu japonés del jiko sekinin, o «culpa tuya», promueve un sentimiento de vergüenza individual y colectivo hacia este tipo de subsidios. Para un japonés, rebajarse a recibir ayudas públicas admitiendo la incapacidad de ganarse la vida, cuidar la propia salud o sacar adelante a su familia es sinónimo de incapacidad, picaresca o pereza. Un japonés subvencionado no puede estar más lejos del espíritu individualista de una sociedad, la nipona, que ha sentado las bases de una nueva era económica gracias a su eficacia y capacidad de organización.

España y Japón seguirán llevando caminos distintos. Muy probablemente el espíritu del jiko sekinin irá amainando en el Japón de la próxima crisis, a medida que se precaricen sus empleos y envejezca su población. En España, puede que la meritocracia y el impulso individual vayan cediendo paso al subsidio. Nunca seremos japoneses, ni ellos españoles. Tampoco alemanes. Coreanos, tal vez, pero está por ver si del norte o del sur.