Me da la impresión de que España se está «italianizando». Me refiero a esa situación política que se viene dando desde el final de la II Guerra Mundial, hace casi setenta y tres años ya, en la bella Italia, donde la gente va a lo suyo a pesar de que haya o no gobierno y de que este sea o no estable. En los últimos dos años la política española vive sumida en un constante desasosiego. Sin mayorías en ninguna parte (ni en los principales ayuntamientos, ni en las Comunidades Autónomas ni en el gobierno del Estado), con un permanente bombardeo de noticias propias de una película sobre mafiosos pero interpretada por farsantes de la comedia bufa y una casta política ajena a lo que ocurre en la calle, la sociedad española, incluso en Cataluña, funciona. Asombroso.

A pesar de la corrupción, del fraude fiscal, de la picaresca, de las injusticias flagrantes, de la escandalosa diferencia económica entre personas, de los privilegios de los poderosos y del escaso nivel cultural general, los servicios públicos de este país se encuentran entre los mejores del mundo. Asombroso.

Es probable que esta situación sea el producto lógico de la toma del poder político por una casta de espabilados y listillos, muchos de los cuales no han hecho otra cosa en su vida que medrar en sus organizaciones y que sólo se ha preocupado de mantener su modo de vida al margen de cualquier otra consideración personal, ideológica o vital. Asombroso.

Vacunados de espanto ante semejantes cataratas de corrupción, incompetencia, inanidad y mentiras, los españoles se están situando, como en Italia, al margen de la política. Ya casi todo el mundo asume que existen dos tipos de ciudadanos: los políticos y los demás. Y que ambas partes son incompatibles. Asombroso.

En general, la casta política se mueve sólo en función de sus intereses, sin ideología, ni compromiso, ni voluntad de servicio. Por eso actúa en función de las encuestas y de las previsiones a cortísimo plazo. Por eso nadie piensa en clave de futuro, ni quiere intentar atisbar más allá de lo inmediato. Asombroso.

Lejos de sentarse para debatir, ofrecer soluciones y resolver los graves problemas que se amontonan a las puertas de sus despachos, la casta sigue a lo suyo, maquinando estrategias a corto plazo para mantenerse el poder u ocuparlo. Asombroso.

Y entre tanto, la ciudadanía sigue trabajando y los servicios públicos no colapsan. Tal vez sea verdad eso que dicen algunos, que España es un país tan fuerte que no necesita gobierno. Pues eso, como Italia.

*Escritor e historiador