España ha vuelto a salir en los papeles no porque hayamos descubierto una vacuna contra el bicho, como Cuba, ni porque hayamos dado un paso en la carrera espacial, como Arabia Saudí, sino porque somos el país de Europa en el que más crece el paro. Si echamos un vistazo al mapamundi del desempleo, veremos que en el continente europeo dos países destacan con el rojo de la vergüenza: España y Grecia. Incluso en América del Sur hay sociedades en bastante mejor situación que la nuestra. Frente al 16% largo de paro en España, los índices de Argentina o Chile no llegan al 9%. Cifra de la que bajan Portugal, Alemania, Italia o Francia.

¿Por qué en España se ha disparado la pérdida de empleo? ¿A qué puede deberse esta otra pandemia? ¿A que los españoles somos peores gestores, peores trabajadores, peores empresarios, a que carecemos de estudios y herramientas de formación? ¿Cuáles son las causas de esta hemorragia económica y laboral que está desangrando a la sociedad española?

Obviamente, uno de los motivos del aumento del paro en España ha sido, está siendo la crisis del sector turístico y hostelero. Su enorme peso en la economía nacional ha hecho que se resienta en sus grandes números, desde la ocupación hasta los niveles recaudatorios y de renta, más y más a la baja a medida que siguen cayendo persianas. El comercio, además, está sufriendo lo indecible el lógico retraimiento de las economías familiares, encogidas por las indecisiones y terrores sembrados por el Gobierno a través de sus terminales de adoctrinamiento, desde Prado del Rey al Ministerio de Trabajo.

Pero la oposición no ha descubierto soluciones de fondo. Los sindicatos tampoco aportan otra que la derogación de la última legislación laboral. Y en cuanto a los representantes del empresariado, no hay más que oír a Garamendi para preguntarse si estos elegantes funcionarios representan a alguien con espíritu emprendedor o a los cuatro comisionistas de siempre.

La mitad de los españoles tiene la sensación de que ni la crisis está siendo debidamente analizada por los poderes fácticos ni el interés nacional está siendo debidamente defendido.

La otra mitad tiene la total certeza de que estamos siendo pésimamente gobernados. Los números, claman, les dan la razón.

Pero ¿cuál es la alternativa?