En la sesión de investidura, el 4 de enero, un parlamentario gritó desde el hemiciclo del Congreso de los Diputados: «¡Viva España!», a lo que varios contestaron: «¡Viva!» Si en un acto oficial alguien lanza ese grito yo contestaría de forma automática. Lo he hecho muchas veces y lo considero positivo. Pero, tras los gritos, ¿todos pensamos en la misma España?

En las elecciones generales del 2019 ha irrumpido en nuestro país una fuerza política de extrema derecha, Vox. Las ideas que defienden siempre han estado ahí pero su entrada en las instituciones les obliga a luchar por conquistar un espacio político propio y ello les lleva, si cabe, a radicalizar más su discurso. Y quienes compiten con ellos, el Partido Popular (a Ciudadanos creo que no le queda mucha vida), tiene que hacerlo en el campo de juego que les marcan los extremistas. Nos encontramos, por tanto, en un escenario poco agradable y cuya representación quedó muy clara en la sesión de investidura: broncas, insultos, malos gestos y mentiras.

A mí no me gusta la coalición formada por PSOE y Unidas Podemos. No me hace gracia alguna el apoyo externo necesario de Esquerra Republicana de Cataluña. Pero no ha habido otra opción, por lo que hay que dejarse de opiniones melancólicas y centrarse en lo que se va a hacer. Conozco bien la historia de los socialistas españoles y no tengo dudas sobre la absoluta constitucionalidad de todas las decisiones que vayan a tomar. La relación con ERC será muy complicada, pero, apelando al optimismo, podría ser positiva si hubiese elecciones autonómicas en Cataluña y se formase allí un gobierno entre los comunes de Ada Colau y los independentistas de izquierdas, con apoyo parlamentario del PSC. Porque la clave de todo va a estar esta legislatura, no nos engañemos, en lo que se haga en esa comunidad autónoma.

Juguemos a imaginar un escenario que yo no deseo pero que sería posible. Que entre PP y Vox se formase gobierno en España. Ninguno de esos dos partidos tiene representación, o es testimonial, en Cataluña. Los ciudadanos de esa zona de España no se identifican con los valores que defienden, de tal manera que los que son conservadores votan a las derechas catalanistas o independentistas. Esta realidad se viene acentuando desde hace muchos años y no parece que vaya a cambiar. Si hacemos caso de sus propuestas electorales ese gobierno se dispondría a encarcelar o inhabilitar a los actuales dirigentes catalanes. Si en los años en los que gobernó M. Rajoy se pasó de un 12% de independentistas a más de un 40, ¿qué salto daríamos ahora?, ¿del 47 al 60?

Al margen de la ideología de cada cual, que ayuda, claro, debemos llegar a la conclusión de que Pedro Sánchez, al frente del PSOE, lidera la única opción razonable para encauzar (que no solucionar, eso no ocurrirá nunca) la convivencia en Cataluña. Y el PSC es una de las claves. Es un partido con profundas raíces en esa sociedad (llegó a tener alcaldes en las cuatro capitales de provincia a la vez) y que puede aspirar a captar un cierto voto catalanista e, incluso, conservador. Su actual líder, Miquel Iceta, se ha alejado de aquellas veleidades nacionalistas (Marina Geli, Monserrat Tura, Ernest Maragall, …) que tanto daño hicieron. Por la derecha, el votante que creyó ver en Ciudadanos la mejor opción ya se ha desencantado, y quienes antaño apoyaron a los socialistas parecen estar regresando. Pero el PSC está lejos de obtener una mayoría absoluta, nunca la tuvieron en el Parlamento catalán, y tendrían que acercarse a ERC. Y lo que para las derechas es un horror para otros muchos es una opción necesaria e, incluso, imprescindible.

Más allá del 155 (cuya aplicación no hay que descartar, siempre he defendido esa idea; hay unos supuestos que obligan a ello, están contemplados en la constitución) y de las apelaciones a la unidad de España, ¿qué programa de gobierno tendrían? ¿La inacción, al modo Rajoy? Me gustaría que lo expusieran. Tal vez la recentralización, con una parcial o total desaparición de las comunidades autónomas, fuese una solución para llegar a la España que desean. A mi la idea me parece descabellada y solo recuerdo una encuesta en la que en Murcia, solo en esa comunidad autónoma, había un porcentaje relevante apoyando esa opción. ¿Esa es la España que quieren?

Los especialistas llaman voto gamberro a ese que depositan algunos ciudadanos apoyando a una opción política que no tiene posibilidades de gobernar pero sí de complicarle la vida a los demás partidos. Me gustaría creer que en el apoyo a Vox hay bastante de esto y que la racionalidad llevará en el futuro a esos votantes a analizar las propuestas de la ultraderecha, inaplicables, imposibles, y a ayudar a crear una España acorde con los tiempos que vivimos. Los sueños, sueños son.

*Militar. Profesor universitario. Escritor